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Nacida dragona negra, Ysondre vivió y murió para servir a Aeternus; su encuentro con él fue extraño, ella al borde de la muerte, él tras un duro día de meditación y reflexión en el templo donde su maestra lo había dejado. Ysondre estaba así después de un duro enfrentamiento con uno de su propia sangre, que había desfigurado su rostro gracias al aliento corrosivo de las negras bestias aladas, aunque esto no echó atrás a Aeternus, el cual acogió a la desvalida criatura, y curó sus heridas, aunque no pudo evitar que las cicatrices del ácido permanecieran, afeando el hermoso rostro.

Agradecida por el auxilio, Ysondre juró seguir a Aeternus como su discíula, y poco a poco fue revelando al joven dragón sus extraordinarias dotes, que tras aquél incidente y tras una larga estancia en el templo se hicieron más poderosas. La dragona era capaz de manejar su psique para conseguir los más increíbles resultados, desde manipular objetos sin necesidad de tocarlos hasta manejar las mentes de otros a su antojo, habilidades que el joven dragón apreció como útiles, y pronto comenzó a sacarles partido, enviando a Ysondre a realizar misiones para él, con las que comenzó a alzar un imperio.

Tomada como esposa del joven dragón, Ysondre nunca tuvo hijos con él, ya que había quedado estéril por las heridas que recibió en su día, aún así, ese lazo hacía que ella se mostrara obediente y sumisa al joven dragón, una compañera con la que conquistar, destruir e intentar buscar el sosiego del alma rota hacía tanto tiempo.
Aunque nunca llegó a tener hijos propios, fue importante su colaboración en la creación de Meteo y Lumina, los dos hijos de Aeternus, creados por él como uno de sus muchos experimentos.

Finalmente, Ysondre encontró la muerte en Britduin, en su intento por traer caos y destrucción a la ciudad que tanto odiaba Aeternus.

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Nacida dragona negra, Ysondre vivió y murió para servir a Aeternus; su encuentro con él fue extraño, ella al borde de la muerte, él tras un duro día de meditación y reflexión en el templo donde su maestra lo había dejado. Ysondre estaba así después de un duro enfrentamiento con uno de su propia sangre, que había desfigurado su rostro gracias al aliento corrosivo de las negras bestias aladas, aunque esto no echó atrás a Aeternus, el cual acogió a la desvalida criatura, y curó sus heridas, aunque no pudo evitar que las cicatrices del ácido permanecieran, afeando el hermoso rostro.

Agradecida por el auxilio, Ysondre juró seguir a Aeternus como su discíula, y poco a poco fue revelando al joven dragón sus extraordinarias dotes, que tras aquél incidente y tras una larga estancia en el templo se hicieron más poderosas. La dragona era capaz de manejar su psique para conseguir los más increíbles resultados, desde manipular objetos sin necesidad de tocarlos hasta manejar las mentes de otros a su antojo, habilidades que el joven dragón apreció como útiles, y pronto comenzó a sacarles partido, enviando a Ysondre a realizar misiones para él, con las que comenzó a alzar un imperio.

Tomada como esposa del joven dragón, Ysondre nunca tuvo hijos con él, ya que había quedado estéril por las heridas que recibió en su día, aún así, ese lazo hacía que ella se mostrara obediente y sumisa al joven dragón, una compañera con la que conquistar, destruir e intentar buscar el sosiego del alma rota hacía tanto tiempo.
Aunque nunca llegó a tener hijos propios, fue importante su colaboración en la creación de Meteo y Lumina, los dos hijos de Aeternus, creados por él como uno de sus muchos experimentos.

Finalmente, Ysondre encontró la muerte en Britduin, en su intento por traer caos y destrucción a la ciudad que tanto odiaba Aeternus.