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"En un reino de constantes guerras y conflictos existía un caballero al que todo mundo respetaba como el más fuerte de todos.

Aquel hombre, no satisfecho con su fuerza, buscaba siempre demostrar su valía ante cualquiera que quisiese hacerle frente, o proclamarse mejor, en búsqueda de poder, busco en los rincones mas perdidos del mundo hasta el último enemigo, pero siempre, siempre volvía a su hogar, mismo donde le esperaba una doncella de la que estaba enamorado.

La doncella lo amaba de misma manera, pero con pesar solo podía observar como su amado partía ni bien regresar, un día de dicha era seguido por meses de espera, hasta el retorno del fuerte caballero.

Pero aquel hombre pronto se volvió tan fuerte que ni un solo rival podía hacerle frente, y la gente comenzó a temerle los guerreros perdieron su valía, y nadie estaba tan loco para retar a tal ser humano.

Frustrado ante el hecho de no poder volver a sentir el calor de la batalla, nuevamente emprendió un viaje, pero esta vez en búsqueda de un ser llamado spøkelse, un ser oculto en las frías montañas que se decía, era imposible de derrotar, pero por mas busco, no lograba hallarlo.

Mientras tanto la joven mujer solo esperaba, con la esperanza se cumpliera una promesa que comenzaba a hacerse vaga. La promesa de su matrimonio, mismo que su caballero le concedería el día sea el hombre más fuerte del mundo.

Pero ahora la mujer temía.

¿Qué sería de su fuerza una vez lo sea?

El guerrero vago por las montañas heladas, tanto tiempo en su obsesión que rápidamente perdió el correr del tiempo y su mismo camino, hasta que por fin llegara a un valle congelado en medio de estas, y ahí, un lago cristalizado.

En él, el hombre notaria que su reflejo parecía moverse solo, y cuando se dio cuenta, este mismo hablo.

Haz perdido tu camino, tu tiempo, y tú misma cordura –dijo este, en voz grave, pero identica a la del caballero- y haz llegado ahora sin nada, más que una cosa, ¿tanto es la fuerza deseas, o la certeza de ella?

El hombre con gesto confundido y enojado por la espera, no escucho a aquel reflejo, solo exigió su nombre, a lo que este respondería sin dudar, spøkelse.

Una vez confirmo la identidad de aquella aparición, sin vacilar lo reto a un duelo, pero aquella figura no respondió.

Lo volvió a hacer, una vez más, otra más sin respuesta alguna.

No fue sino a la duodécima vez, que el hombre ya había perdido los estribos, que respondió.

-Solo aquel que no posea nada puede pelear conmigo y derrotarme y tú aun tienes algo, aun así ¿insistes en perderlo por derrotarme? –

El hombre no dudo en responder en afirmación, y la aparición salió del lago en forma de la propia sombra del hombre, y sentencio - Que así sea, si vences tendrás todo, y tendrás nada.

La pelea entre ambos fue tal que se decía que los truenos nacieron de los golpes de las espadas resonando en las montañas, y los rayos de las chispas dejaban los roces de estas, pero luego de tanto tiempo peleando, un día, aquel hombre se proclamo victorioso, y mato a su propia sombra.

Victorioso, levanto la espada gritando a los aires su fuerza, y finalmente pudiendo llamarse a sí mismo, sin excepción, el más fuerte de todos, y pronto, descubriría que su victoria le dio aún más poder del que tenía, podía hacer cualquier cosa se propusiera.

Pero pronto el caballero comenzó a darse cuenta que la comida no le sabia, el bello olor de las flores no llegaban a él, la suavidad de los animales se perdía en sus dedos y los colores morían lentamente ante sus ojos, la gente comenzó a huir de él, espantados por su simple aspecto, su piel se había podrido, y caído, dejando llegado el momento, solo los huesos.

Solo y vacío, el hombre que todo podía derrotarlo se sintió verdaderamente impotente, y perdido, y buscando lo que más deseaba, volvió a su hogar ahora abandonado.

No importa cuánto busco, no importa cuánto la llamo, aquella doncella que tanto amo no estaba ahí, no quedaba nada ahí, más que un recuerdo doloroso.

Aquel ser, ahora más muerto que vivo, sin nada, simplemente podía vagar por la tierra sin un propósito más que buscar lo que había perdido y la dulce presencia que se había desvanecido. Pero jamás lo hallaría. Su pena fue tal que donde fuera, nubes negras derramaban sus lágrimas y esparcían su sentir robando los colores de todo a su paso, fuertes vientos agitaban y destrozaban todo a su paso, todo lugar por el que pasaba aquel ser, se veía en el caos de sus propios sentimientos.

Pero su mujer no lo había dejado del todo, aun desde el mismo cielo su espíritu velaba dolido por la situación de su amado, y suplico a los dioses del viento que brindaran a su amado paz entre su pesar, un rayo de luz que fuera capaz de acompañarlo aun en la tormenta de su existencia.

Los dioses aceptaron, y atendiendo el deseo de la joven, abrieron en el centro de aquella tormenta un ojo de cielo, que iluminaria por primera vez a aquel ser, una luz de tal calidez que apaciguaba el espíritu del solitario guerrero, que caería dormido dejando disipar todo rastro de nube.

Cada cierto tiempo, aquel ser despertaba y con ello nubes negras girarían a su alredor recordándole su pesar, pero no importa cuán grande y agresivo fuera su dolor, la luz de su amada los seguiría desde el centro de su corazón."

Romeo D'Artagnan (Mudkip)

Ataques:

Riolu:

Danza Espada
Danza lluvia

Floette:

Campo Hierba
Deseo

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"En un reino de constantes guerras y conflictos existía un caballero al que todo mundo respetaba como el más fuerte de todos.

Aquel hombre, no satisfecho con su fuerza, buscaba siempre demostrar su valía ante cualquiera que quisiese hacerle frente, o proclamarse mejor, en búsqueda de poder, busco en los rincones mas perdidos del mundo hasta el último enemigo, pero siempre, siempre volvía a su hogar, mismo donde le esperaba una doncella de la que estaba enamorado.

La doncella lo amaba de misma manera, pero con pesar solo podía observar como su amado partía ni bien regresar, un día de dicha era seguido por meses de espera, hasta el retorno del fuerte caballero.

Pero aquel hombre pronto se volvió tan fuerte que ni un solo rival podía hacerle frente, y la gente comenzó a temerle los guerreros perdieron su valía, y nadie estaba tan loco para retar a tal ser humano.

Frustrado ante el hecho de no poder volver a sentir el calor de la batalla, nuevamente emprendió un viaje, pero esta vez en búsqueda de un ser llamado spøkelse, un ser oculto en las frías montañas que se decía, era imposible de derrotar, pero por mas busco, no lograba hallarlo.

Mientras tanto la joven mujer solo esperaba, con la esperanza se cumpliera una promesa que comenzaba a hacerse vaga. La promesa de su matrimonio, mismo que su caballero le concedería el día sea el hombre más fuerte del mundo.

Pero ahora la mujer temía.

¿Qué sería de su fuerza una vez lo sea?

El guerrero vago por las montañas heladas, tanto tiempo en su obsesión que rápidamente perdió el correr del tiempo y su mismo camino, hasta que por fin llegara a un valle congelado en medio de estas, y ahí, un lago cristalizado.

En él, el hombre notaria que su reflejo parecía moverse solo, y cuando se dio cuenta, este mismo hablo.

Haz perdido tu camino, tu tiempo, y tú misma cordura –dijo este, en voz grave, pero identica a la del caballero- y haz llegado ahora sin nada, más que una cosa, ¿tanto es la fuerza deseas, o la certeza de ella?

El hombre con gesto confundido y enojado por la espera, no escucho a aquel reflejo, solo exigió su nombre, a lo que este respondería sin dudar, spøkelse.

Una vez confirmo la identidad de aquella aparición, sin vacilar lo reto a un duelo, pero aquella figura no respondió.

Lo volvió a hacer, una vez más, otra más sin respuesta alguna.

No fue sino a la duodécima vez, que el hombre ya había perdido los estribos, que respondió.

-Solo aquel que no posea nada puede pelear conmigo y derrotarme y tú aun tienes algo, aun así ¿insistes en perderlo por derrotarme? –

El hombre no dudo en responder en afirmación, y la aparición salió del lago en forma de la propia sombra del hombre, y sentencio - Que así sea, si vences tendrás todo, y tendrás nada.

La pelea entre ambos fue tal que se decía que los truenos nacieron de los golpes de las espadas resonando en las montañas, y los rayos de las chispas dejaban los roces de estas, pero luego de tanto tiempo peleando, un día, aquel hombre se proclamo victorioso, y mato a su propia sombra.

Victorioso, levanto la espada gritando a los aires su fuerza, y finalmente pudiendo llamarse a sí mismo, sin excepción, el más fuerte de todos, y pronto, descubriría que su victoria le dio aún más poder del que tenía, podía hacer cualquier cosa se propusiera.

Pero pronto el caballero comenzó a darse cuenta que la comida no le sabia, el bello olor de las flores no llegaban a él, la suavidad de los animales se perdía en sus dedos y los colores morían lentamente ante sus ojos, la gente comenzó a huir de él, espantados por su simple aspecto, su piel se había podrido, y caído, dejando llegado el momento, solo los huesos.

Solo y vacío, el hombre que todo podía derrotarlo se sintió verdaderamente impotente, y perdido, y buscando lo que más deseaba, volvió a su hogar ahora abandonado.

No importa cuánto busco, no importa cuánto la llamo, aquella doncella que tanto amo no estaba ahí, no quedaba nada ahí, más que un recuerdo doloroso.

Aquel ser, ahora más muerto que vivo, sin nada, simplemente podía vagar por la tierra sin un propósito más que buscar lo que había perdido y la dulce presencia que se había desvanecido. Pero jamás lo hallaría. Su pena fue tal que donde fuera, nubes negras derramaban sus lágrimas y esparcían su sentir robando los colores de todo a su paso, fuertes vientos agitaban y destrozaban todo a su paso, todo lugar por el que pasaba aquel ser, se veía en el caos de sus propios sentimientos.

Pero su mujer no lo había dejado del todo, aun desde el mismo cielo su espíritu velaba dolido por la situación de su amado, y suplico a los dioses del viento que brindaran a su amado paz entre su pesar, un rayo de luz que fuera capaz de acompañarlo aun en la tormenta de su existencia.

Los dioses aceptaron, y atendiendo el deseo de la joven, abrieron en el centro de aquella tormenta un ojo de cielo, que iluminaria por primera vez a aquel ser, una luz de tal calidez que apaciguaba el espíritu del solitario guerrero, que caería dormido dejando disipar todo rastro de nube.

Cada cierto tiempo, aquel ser despertaba y con ello nubes negras girarían a su alredor recordándole su pesar, pero no importa cuán grande y agresivo fuera su dolor, la luz de su amada los seguiría desde el centro de su corazón."

Romeo D'Artagnan (Mudkip)

Ataques:

Riolu:

Danza Espada
Danza lluvia

Floette:

Campo Hierba
Deseo