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Description
"¿Qué es en realidad?
Sino es un manojo de la nada absoluta.
Materializada. Y que subsiste a través de ti".

Creada por un sastre de nacionalidad Islandesa. Irina fue una de las primeras piezas en exposición en aquella tienda de antigüedades, y por su aspecto inspirado en el maquillaje de antiguas geishas, y prendas con cierto toque que recordaba a las damas cirquenses, rápidamente se volvió en una de las favoritas del público, y su creador, quien, ocultaba un oscuro secreto ante el público.

Un hombre y su esposa.
Atacada por la leucemia. Y envuelta por el manto negro de la muerte.
Pena... agonía. Una depresión tan grande que lo lleva hasta la locura.
Tan grande... Y profunda.
El casamiento es un lazo divino. Puro y verdadero.
Que ni siquiera la mismísima muerte podría romper.
Es así como comienza su carrera en el mundo criminal. Aunque un criminal pasivo, según él.
Era un anciano honrado. Con una particular fijación por lo que en aquellos años catalogaron de "necrofilia".

Se graduó con el robo del cuerpo de su propia esposa. La carne humana no logra conservarse, para cuando actuó los gusanos ya estaban haciendo de las suyas.

Nadie merece algo así. Pensó.
Nadie merece pudrirse, en un cajón y ser olvidado.
Nadie merece irse sin ser inmortalizado.
Así que él se encargaría de darles un tributo.
Solo así se irían felices. Solo así, aquellas voces dejarían de atormentarle durante las noches.
Y ahora serían sus amigos.

Los dientes se muelen para hacer la pintura blanca más bonita que jamás vio.
Solo pudo conseguir sangre durante las noches, cuando irrumpió en las morgues.
Cabello humano. Uñas y a veces algo de piel, todo estos, fueron los condimentos con los que creó, con mucho amor, cada uno de sus muñecos.

Todo acabó una primavera. En la que aquel anciano, con la visión casi deteriorada, fue encontrado en su propio jardín meciéndose en su asiento en compañía de lo que parecía ser un cadáver, cuyo 80% de su humanidad había sido reemplazado por la madera más brillante del pueblo. Su mandíbula estaba expuesta. Y su cabello se mecía con el viento.

"Señor, arriba las manos. No queremos disparar".
"Les he dado lo que tanto querían". Respondió con una sonrisa melancólica, extendiendo su temblorosa mano para buscar el bastón que fue su apoyo para ponerse de pie. "Por favor, solo permítanme estar con mi esposa una última vez".

Octavius no fue vuelto a ver.
El telón cerró y, por carencia de familiares que reclamasen la herencia, su tienda de antigüedades fue rematada.
Y todas sus creaciones fueron destinadas a diversas familias del pueblo.
Se dice que, por las noches, los niños lloran.
Pues una sombra masculina, de complexión robusta se asoma por sus puertas...
O se cuela por las ventanas sin importar el piso en donde se hallen.
Se dice que todavía los busca.
Su creación, su tributo.

Escrito por Gustav Moliére. (Cuentista Francés).
__________________________________________

Aclaración: Esta historia ha sido escrita por un personaje ficticio que es invención de mi propia mente. Ya que la historia de Irine, está conectada a varias otras dentro de mi universo.

__________________________________________

Nombre: Irïne.
Creador: Octavius Gunnar (Sastre de 63 años)
Especie: Marioneta.
Lugar de fabricación: Islandia.
Tamaño: 55 centímetros.
Peso: 3 kilos.
Estado: Extraviado.

Se dice que una idea es aprueba de balas. Pero ella no lo comprendía cuando llegó a este mundo.
Sin un corazón. Ni sentimientos. Un día se halló a sí misma mirando más que la caja de juguetes de Uther, el malcriado crío al que había sido obsequiada. Sus labios se han separado y sus articulaciones se mueven sin raspar. Las piernas fallan ante el primer intento de ponerse de pie. Es más alta de lo que alguna vez asumió. Pero finalmente, ese firme deseo se había cumplido.
¿Era una realidad alterna? En realidad nunca supo el significado de un sueño. Más que aquellos de los que Octavius tanto hablaba cada vez que le contaba un cuento a ella y sus hermanos antes de apagar las luces.
Su piel es suave. Pero el tacto en su pecho se siente carente. Las frías yemas de sus dedos palpan el césped.
En algún lugar de Francia, a muchos kilómetros de distancia, Gustav estaba siendo atacado por quien desencadenaría un caos jamás antes pensado. Todos sus demonios se volverían realidad. Y aquellos antagonistas de sus historias, reinarían la ciudad.

Forma humana:

-1,68.
-Complexión: delgada
-Peso: 60 kilos.

Personalidad: Su aura es sombría. Lo suficiente como para acabar con la buena vibra de una habitación al entrar en esta. Irine, al no tener conocimiento sobre lo que son los sentimientos, no tiene una personalidad como tal. Es un ser increíblemente despiadado y serio. Su vocabulario se limita a todo lo que escuchó desde su fecha de fabricación hasta día de hoy. Y sus costumbres se adecúan a aquellas de la época donde su libro fue ambientado. Muchas veces puede no saber el significado de una palabra. Así como ser defensiva ante una malinterpretación. Ella no comprende el motivo de su existencia, pero sabe que su fortaleza proviene del terror y los sentimientos negativos de la gente.

Extras:

-Si bien, no tiene la necesidad de alimentarse, le ha cogido afecto a la comida, sobre todo a las fresas.
-Desde que llegó a este mundo, ha interactuado con diversos seres humanos. Intentando estudiarlos y de alguna forma igualar sus costumbres. Si bien, ella no comprende el motivo de su existencia, decidió darle uno ella misma. El cual es, buscar a su creador. Octavius Gunnar.
-Si le preguntan como se llama, tiende a decir que Irïne Mögwai. Por una antigua historia que le contaba Octavius.
-Desde que fue creada es un ser pensante.
-Jamás te metas con Octavius.
-Gusta de la primavera y el otoño.
-La entidad que castigó al cuentista que la creó, también ha traído al mundo real a otras de sus creaciones.
-Jamás te metas con Octavius. JAMÁS.

Habilidades: En construcción.

Relaciones:

-Octavius Gunnar: Por si no ha quedado claro, es uno de los grandes motivos de Irïne para existir. A pesar de que no sepa el significado del amor, sabe bien que él la amaba así como a todos sus hermanos. E ignora completamente el lugar de su paradero, así como lo que pudo haber pasado con él.

-Jeffrey Woods: Sus caminos se cruzaron una noche como cualquier otra. En donde su sed de sangre estaba en su punto máximo. Su mano empuñó el cuchillo. Y tras haberla derrumbado sobre el pantanoso barro a las orillas de una laguna, sintió una sensación que jamás... jamás en su vida había sentido. El puño tiembla. Y el mango del cuchillo baila. La expresión de la mujer era la misma nada, pero diablos. Esos ojos. Era como ver la profundidad del mismísimo infierno. Sus entrañas parecían estar ardiendo. Y comenzó a sentirse enfermo como aquella primera vez que vio al hombre sin rostro. Todo lo que había comido, y todo el alcohol que había ingerido, terminó siendo devuelto en una pastosa y desagradable mezcla que se llevó el agua del río.

"Eres desagradable". Le dijo ella. Pisando su cabeza para hundirla en el agua.
"QUÉ CARAJO ERES". Gritó. Y cuando volteó, con la ira de una manada de bueyes, ya nada había.

El contacto de Jeffrey e Irïne es reciente. A ella le atrae aquella fuente de recuerdos que él es. Pues aquellos traumas y dolencias que resguarda por su pasado, es una fuente de vitalidad invaluable para ella.
Mientras que para Jeff, Irïne es ese dolor de cabeza que intenta asimilar cuando no comprende su origen, ni quien es.

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"¿Qué es en realidad?
Sino es un manojo de la nada absoluta.
Materializada. Y que subsiste a través de ti".

Creada por un sastre de nacionalidad Islandesa. Irina fue una de las primeras piezas en exposición en aquella tienda de antigüedades, y por su aspecto inspirado en el maquillaje de antiguas geishas, y prendas con cierto toque que recordaba a las damas cirquenses, rápidamente se volvió en una de las favoritas del público, y su creador, quien, ocultaba un oscuro secreto ante el público.

Un hombre y su esposa.
Atacada por la leucemia. Y envuelta por el manto negro de la muerte.
Pena... agonía. Una depresión tan grande que lo lleva hasta la locura.
Tan grande... Y profunda.
El casamiento es un lazo divino. Puro y verdadero.
Que ni siquiera la mismísima muerte podría romper.
Es así como comienza su carrera en el mundo criminal. Aunque un criminal pasivo, según él.
Era un anciano honrado. Con una particular fijación por lo que en aquellos años catalogaron de "necrofilia".

Se graduó con el robo del cuerpo de su propia esposa. La carne humana no logra conservarse, para cuando actuó los gusanos ya estaban haciendo de las suyas.

Nadie merece algo así. Pensó.
Nadie merece pudrirse, en un cajón y ser olvidado.
Nadie merece irse sin ser inmortalizado.
Así que él se encargaría de darles un tributo.
Solo así se irían felices. Solo así, aquellas voces dejarían de atormentarle durante las noches.
Y ahora serían sus amigos.

Los dientes se muelen para hacer la pintura blanca más bonita que jamás vio.
Solo pudo conseguir sangre durante las noches, cuando irrumpió en las morgues.
Cabello humano. Uñas y a veces algo de piel, todo estos, fueron los condimentos con los que creó, con mucho amor, cada uno de sus muñecos.

Todo acabó una primavera. En la que aquel anciano, con la visión casi deteriorada, fue encontrado en su propio jardín meciéndose en su asiento en compañía de lo que parecía ser un cadáver, cuyo 80% de su humanidad había sido reemplazado por la madera más brillante del pueblo. Su mandíbula estaba expuesta. Y su cabello se mecía con el viento.

"Señor, arriba las manos. No queremos disparar".
"Les he dado lo que tanto querían". Respondió con una sonrisa melancólica, extendiendo su temblorosa mano para buscar el bastón que fue su apoyo para ponerse de pie. "Por favor, solo permítanme estar con mi esposa una última vez".

Octavius no fue vuelto a ver.
El telón cerró y, por carencia de familiares que reclamasen la herencia, su tienda de antigüedades fue rematada.
Y todas sus creaciones fueron destinadas a diversas familias del pueblo.
Se dice que, por las noches, los niños lloran.
Pues una sombra masculina, de complexión robusta se asoma por sus puertas...
O se cuela por las ventanas sin importar el piso en donde se hallen.
Se dice que todavía los busca.
Su creación, su tributo.

Escrito por Gustav Moliére. (Cuentista Francés).
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Aclaración: Esta historia ha sido escrita por un personaje ficticio que es invención de mi propia mente. Ya que la historia de Irine, está conectada a varias otras dentro de mi universo.

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Nombre: Irïne.
Creador: Octavius Gunnar (Sastre de 63 años)
Especie: Marioneta.
Lugar de fabricación: Islandia.
Tamaño: 55 centímetros.
Peso: 3 kilos.
Estado: Extraviado.

Se dice que una idea es aprueba de balas. Pero ella no lo comprendía cuando llegó a este mundo.
Sin un corazón. Ni sentimientos. Un día se halló a sí misma mirando más que la caja de juguetes de Uther, el malcriado crío al que había sido obsequiada. Sus labios se han separado y sus articulaciones se mueven sin raspar. Las piernas fallan ante el primer intento de ponerse de pie. Es más alta de lo que alguna vez asumió. Pero finalmente, ese firme deseo se había cumplido.
¿Era una realidad alterna? En realidad nunca supo el significado de un sueño. Más que aquellos de los que Octavius tanto hablaba cada vez que le contaba un cuento a ella y sus hermanos antes de apagar las luces.
Su piel es suave. Pero el tacto en su pecho se siente carente. Las frías yemas de sus dedos palpan el césped.
En algún lugar de Francia, a muchos kilómetros de distancia, Gustav estaba siendo atacado por quien desencadenaría un caos jamás antes pensado. Todos sus demonios se volverían realidad. Y aquellos antagonistas de sus historias, reinarían la ciudad.

Forma humana:

-1,68.
-Complexión: delgada
-Peso: 60 kilos.

Personalidad: Su aura es sombría. Lo suficiente como para acabar con la buena vibra de una habitación al entrar en esta. Irine, al no tener conocimiento sobre lo que son los sentimientos, no tiene una personalidad como tal. Es un ser increíblemente despiadado y serio. Su vocabulario se limita a todo lo que escuchó desde su fecha de fabricación hasta día de hoy. Y sus costumbres se adecúan a aquellas de la época donde su libro fue ambientado. Muchas veces puede no saber el significado de una palabra. Así como ser defensiva ante una malinterpretación. Ella no comprende el motivo de su existencia, pero sabe que su fortaleza proviene del terror y los sentimientos negativos de la gente.

Extras:

-Si bien, no tiene la necesidad de alimentarse, le ha cogido afecto a la comida, sobre todo a las fresas.
-Desde que llegó a este mundo, ha interactuado con diversos seres humanos. Intentando estudiarlos y de alguna forma igualar sus costumbres. Si bien, ella no comprende el motivo de su existencia, decidió darle uno ella misma. El cual es, buscar a su creador. Octavius Gunnar.
-Si le preguntan como se llama, tiende a decir que Irïne Mögwai. Por una antigua historia que le contaba Octavius.
-Desde que fue creada es un ser pensante.
-Jamás te metas con Octavius.
-Gusta de la primavera y el otoño.
-La entidad que castigó al cuentista que la creó, también ha traído al mundo real a otras de sus creaciones.
-Jamás te metas con Octavius. JAMÁS.

Habilidades: En construcción.

Relaciones:

-Octavius Gunnar: Por si no ha quedado claro, es uno de los grandes motivos de Irïne para existir. A pesar de que no sepa el significado del amor, sabe bien que él la amaba así como a todos sus hermanos. E ignora completamente el lugar de su paradero, así como lo que pudo haber pasado con él.

-Jeffrey Woods: Sus caminos se cruzaron una noche como cualquier otra. En donde su sed de sangre estaba en su punto máximo. Su mano empuñó el cuchillo. Y tras haberla derrumbado sobre el pantanoso barro a las orillas de una laguna, sintió una sensación que jamás... jamás en su vida había sentido. El puño tiembla. Y el mango del cuchillo baila. La expresión de la mujer era la misma nada, pero diablos. Esos ojos. Era como ver la profundidad del mismísimo infierno. Sus entrañas parecían estar ardiendo. Y comenzó a sentirse enfermo como aquella primera vez que vio al hombre sin rostro. Todo lo que había comido, y todo el alcohol que había ingerido, terminó siendo devuelto en una pastosa y desagradable mezcla que se llevó el agua del río.

"Eres desagradable". Le dijo ella. Pisando su cabeza para hundirla en el agua.
"QUÉ CARAJO ERES". Gritó. Y cuando volteó, con la ira de una manada de bueyes, ya nada había.

El contacto de Jeffrey e Irïne es reciente. A ella le atrae aquella fuente de recuerdos que él es. Pues aquellos traumas y dolencias que resguarda por su pasado, es una fuente de vitalidad invaluable para ella.
Mientras que para Jeff, Irïne es ese dolor de cabeza que intenta asimilar cuando no comprende su origen, ni quien es.