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Leo:

-Si tan sólo supieses que te protejo todas las noches... -me digo a mí mismo, dirigiendo mi vista hacia la habitación de Janet, que está completamente dormida con un libro en el regazo.
Después de observarla por un buen tiempo, centro mi vista a la sala, donde duerme Alexander (a punto de caerse del sillón) y el viejo gato al que nadie le presta atención. No puede haber criatura menos elegante que Alexander.

-Y pensar que fue miembro de una de las familias más poderosas en su época -me digo-. Pero seguramente, cuando empiece a recordar quien fue, cambie su comportamiento...

Una sombra hace que deje de preocuparme de cosas innecesarias y centre mi vista en la habitación de Janet, que sigue durmiendo tan tranquila como todas las noches.
Y detrás de su cama, observo a una chica pálida y semitransparente alzar un cuchillo contra ella; no tardo en reaccionar y saco mi navaja; al verme, la chica retrocede y suelta el arma.

-¿No ves lo que me está pasando? -pregunta en un susurro- necesito hacer esto.

-Lo lamento -le digo acercándome con la navaja-, pero mi tarea es protegerla, y no dejaré que nadie la lastime, ni siquiera una moribunda como tú...

-Por favor -me dice suplicante, se puede ver la desesperación en sus ojos-, es mi única oportunidad, yo no decido hacer esto, he intentado detenerlo por mucho tiempo, pero, ahora es diferente, ¿acaso no ves mi piel?, estoy desapareciendo, y lo haré por completo si no le rebano el cuello a ella.

Esas palabras han llegado a mi límite, me abalanzo contra ella y le tapo la boca, después le clavo la navaja en el pecho. Espero a que se tranquilice en sus últimos momentos, pero lo único que hace es resistirse e intentarse quitar el cuchillo. En sus últimos momentos de desesperación, logra tomar su cuchillo y me hace una cortada en la cara. Por último, suelta el cuchillo y me observa hasta el momento en el que da su último respiro. El cuerpo no tarda en convertirse en polvo y desaparecer, como nos pasa a todas las personas maldecidas.
Antes de irme me percato de la mancha de sangre que dejó la chica; generalmente no dejó rastro de sangre, por lo que no estoy acostumbrado a lidiar con estos pequeños problemas, pero si Janet lo llegara a ver...
Encuentro un ratón muerto a las afueras del departamento y lo pongo al lado de la mancha.
-Pensarán que es el gato -me digo.
Antes de marcharme, le retiro el cabello de la cara a Janet y le doy un beso en la frente.

Janet:

Me despierto mejor que nunca por alguna extraña razón, tal vez porque es sábado o porque no me han dejado nada de tareas.
Me estiro y aprecio el paisaje desde mi ventana: la ciudad está perfecta y el cielo tiene nubes esponjosas.
Cuando me levanto para abrir la ventana y refrescarme, algo esponjoso toca mi pie, volteo hacia el objeto y encuentro un ratón muerto con una mancha de sangre.

-¡¡¡ALEXANDER!!! -le grito, subiéndome a la cama y limpiándome el pie con la sábana.
Cuando él llega, algo confundido, señalo la rata y le digo que la quite.
-¿por qué yo? -me pregunta, viendo con asco la rata.
-Porque eres un caballero y deberías agradecerme que te di hospedaje y educación.
Al analizarlo mejor, Alexander se acerca a la rata, la levanta por la cola y se la lleva.

-----------------------------------------
Unas horas después, nos encontramos comprando la comida en varias tiendas orgánicas, lo que es poco común, ya que casi siempre pedimos comida rápida.
-¿Qué prefieres, tomate o apio? -le pregunto, señalando cada opción.
-Apio -me dice, algo aburrido.
-Tengo una idea -le digo, notando su poca energía-, tú puedes irte a la tienda de postres y elegir alguno, ¿te parece? Yo elegiré la comida.
Él se va algo emocionado.
-En serio, parece un niño de seis años -me digo, riéndome de su actitud.
-Si que lo parece -me dice alguien detrás de mí. Cuando volteo, me encuentro con Leo y no tardo en sonrojarme.
-Perdón, no había notado que estabas aquí -le digo, mirándole la cortada que tiene-. ¿Qué te pasó en la cara?
-¿Esto? –dice, señalándola-, sólo me caí y mi cabeza chocó con una esquina de un mueble.
-Vamos a hacer una comida en casa, ¿quieres venir? -le pregunto.
-Claro, mis padres no están en el país así que... -no termina la frase y dirige su vista detrás de mí.
Es Alexander, que lleva dos tartas en cada mano.

-¡Janet, me han dado un descuento especial porque me parezco al hijo de la dueña! -me grita, emocionado.

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Leo:

-Si tan sólo supieses que te protejo todas las noches... -me digo a mí mismo, dirigiendo mi vista hacia la habitación de Janet, que está completamente dormida con un libro en el regazo.
Después de observarla por un buen tiempo, centro mi vista a la sala, donde duerme Alexander (a punto de caerse del sillón) y el viejo gato al que nadie le presta atención. No puede haber criatura menos elegante que Alexander.

-Y pensar que fue miembro de una de las familias más poderosas en su época -me digo-. Pero seguramente, cuando empiece a recordar quien fue, cambie su comportamiento...

Una sombra hace que deje de preocuparme de cosas innecesarias y centre mi vista en la habitación de Janet, que sigue durmiendo tan tranquila como todas las noches.
Y detrás de su cama, observo a una chica pálida y semitransparente alzar un cuchillo contra ella; no tardo en reaccionar y saco mi navaja; al verme, la chica retrocede y suelta el arma.

-¿No ves lo que me está pasando? -pregunta en un susurro- necesito hacer esto.

-Lo lamento -le digo acercándome con la navaja-, pero mi tarea es protegerla, y no dejaré que nadie la lastime, ni siquiera una moribunda como tú...

-Por favor -me dice suplicante, se puede ver la desesperación en sus ojos-, es mi única oportunidad, yo no decido hacer esto, he intentado detenerlo por mucho tiempo, pero, ahora es diferente, ¿acaso no ves mi piel?, estoy desapareciendo, y lo haré por completo si no le rebano el cuello a ella.

Esas palabras han llegado a mi límite, me abalanzo contra ella y le tapo la boca, después le clavo la navaja en el pecho. Espero a que se tranquilice en sus últimos momentos, pero lo único que hace es resistirse e intentarse quitar el cuchillo. En sus últimos momentos de desesperación, logra tomar su cuchillo y me hace una cortada en la cara. Por último, suelta el cuchillo y me observa hasta el momento en el que da su último respiro. El cuerpo no tarda en convertirse en polvo y desaparecer, como nos pasa a todas las personas maldecidas.
Antes de irme me percato de la mancha de sangre que dejó la chica; generalmente no dejó rastro de sangre, por lo que no estoy acostumbrado a lidiar con estos pequeños problemas, pero si Janet lo llegara a ver...
Encuentro un ratón muerto a las afueras del departamento y lo pongo al lado de la mancha.
-Pensarán que es el gato -me digo.
Antes de marcharme, le retiro el cabello de la cara a Janet y le doy un beso en la frente.

Janet:

Me despierto mejor que nunca por alguna extraña razón, tal vez porque es sábado o porque no me han dejado nada de tareas.
Me estiro y aprecio el paisaje desde mi ventana: la ciudad está perfecta y el cielo tiene nubes esponjosas.
Cuando me levanto para abrir la ventana y refrescarme, algo esponjoso toca mi pie, volteo hacia el objeto y encuentro un ratón muerto con una mancha de sangre.

-¡¡¡ALEXANDER!!! -le grito, subiéndome a la cama y limpiándome el pie con la sábana.
Cuando él llega, algo confundido, señalo la rata y le digo que la quite.
-¿por qué yo? -me pregunta, viendo con asco la rata.
-Porque eres un caballero y deberías agradecerme que te di hospedaje y educación.
Al analizarlo mejor, Alexander se acerca a la rata, la levanta por la cola y se la lleva.

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Unas horas después, nos encontramos comprando la comida en varias tiendas orgánicas, lo que es poco común, ya que casi siempre pedimos comida rápida.
-¿Qué prefieres, tomate o apio? -le pregunto, señalando cada opción.
-Apio -me dice, algo aburrido.
-Tengo una idea -le digo, notando su poca energía-, tú puedes irte a la tienda de postres y elegir alguno, ¿te parece? Yo elegiré la comida.
Él se va algo emocionado.
-En serio, parece un niño de seis años -me digo, riéndome de su actitud.
-Si que lo parece -me dice alguien detrás de mí. Cuando volteo, me encuentro con Leo y no tardo en sonrojarme.
-Perdón, no había notado que estabas aquí -le digo, mirándole la cortada que tiene-. ¿Qué te pasó en la cara?
-¿Esto? –dice, señalándola-, sólo me caí y mi cabeza chocó con una esquina de un mueble.
-Vamos a hacer una comida en casa, ¿quieres venir? -le pregunto.
-Claro, mis padres no están en el país así que... -no termina la frase y dirige su vista detrás de mí.
Es Alexander, que lleva dos tartas en cada mano.

-¡Janet, me han dado un descuento especial porque me parezco al hijo de la dueña! -me grita, emocionado.