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Description
Los civiles miraban al vehículo mientras avanzaba por la calle. Era un camión para transporte de tropas, algo normal a lo que la gente de a pie ya estaba acostumbrada. Pero no el extranjero de dentro.

LloydZelos estaba asustado. Hace apenas una hora estaba tranquilamente en su cama, y ahora se encontraba metido en un camión con diez Marines espaciales. Por su atuendo, pertenecían al capítulo de los Ultramarines: servoarmadura azul zafiro con adornos y calavera alada dorados en el pecho, además de lentes rojas en las cuencas de los ojos del casco, sin olvidar la letra omega con una equis dentro que adornaba las hombreras. Había tenido tiempo de observarlos detenidamente desde que le “invitaran” a subir al transporte tras llevárselo del Palacio del Emperador. Por otra parte, tenían toda la pinta de ser los típicos soldados que se limitaban a cumplir órdenes, ya que no le habían contestado nada cuando les preguntó a dónde se dirigían.

Hundió la cabeza entre las manos. Tenía motivos para llorar, desde luego, pero ¿de qué serviría? De todas formas, aún no sabía qué querían hacer con él. Así que fue práctico: tenía que pensar qué le iba a contar al superior al que con toda seguridad iba para ser interrogado. Con estos pensamientos, al cabo de unos minutos llegaron a una base.

No pudo verla, ya que el camión estaba cubierto, pero era una construcción impresionante. Dos grandes portones coronados por un águila imperial guardaban la entrada, tras la cual seguía un enorme patio donde grupos de neófitos eran entrenados por sus maestros, los llamados iniciados, en el combate cuerpo a cuerpo con armas falsas para evitar daños innecesarios. Más allá había un campo de tiro donde se podía aprender a manejar armas como el bólter, el bólter pesado (de munición más letal y abundante que el bólter, generalmente servoalimentado), escopetas, pistolas láser y, ya en complejos de seguridad, otras armas demasiado peligrosas como para practicar con ellas al aire libre. Por último, una puerta acorazada conducía al hangar donde se guardaban los vehículos de la compañía, de donde salían periódicamente Rhinos, Chimeras y otros.

El vehículo siguió por el patio hasta detenerse en un pequeño garaje. La puerta se cerró y del camión salieron todos.

-Hemos llegado. Ahora escucha: tú caminarás delante, para garantizarnos que no tienes malas intenciones. Si intentas algo, dispararemos. ¿Entendido?
-S-sí...-a sus ojos asomó una lágrima.

Se encontraban en una pequeña estancia iluminada por unas luces blanquecinas en el techo que daban un aspecto lúgubre a una situación ya de por sí lúgubre. Pasaron por una puerta acorazada y salieron a un largo pasillo por el que empezaron todos a caminar. Estaba iluminado por largos tubos de neón, al igual que el garaje, y su única decoración eran las puertas situadas a ambos lados que conducían a quién sabe dónde. Finalmente, tras pasar por varias puertas y doblar varios recodos, le dejaron en una estancia con una mesa y dos sillas.

-Pronto llegará el Capitán Holgrim. Tú espera aquí.
-Sí señor...(¿capitán? Ostia la que me espera)
-Bien.

Le dejaron solo. En cuanto se fueron, se sentó en una de las sillas y apoyó los codos sobre la mesa, pensativo. Era increíble lo que le había pasado. Meterse de lleno en el siniestro mundo de Warhammer 40000...y todo por un mensaje de una web. Ahora le esperaba un seguro interrogatorio con un capitán de los Marines espaciales, y si lograba sobrevivir a esta situación, todavía tendría que encontrar el modo de volver a casa. Y más le valía hacerlo pronto, teniendo en cuenta las razas que poblaban esta dimensión: los verdes y salvajes orkos, los ancestrales Eldars, sus malignos homónimos Eldars oscuros, los misteriosos Tau, los mortales necrones, las terribles legiones del Caos y los Tiránidos.

Los tiránidos...Había conocido esta raza en el juego y se había hecho fan acérrimo de ella. Raza alienígena donde las haya, eran criaturas cuyo único propósito era alimentarse y reproducirse consumiendo todo planeta que encontraran en su camino. Siempre le habían gustado porque consideraba que sólo eran criaturas que se dedicaban a sobrevivir, por su originalidad de sistema de combate y su fiereza. Ahora que se encontraba en el mismo mundo que ellos, le daban pánico.

En estos pensamientos estaba cuando entró por la puerta el Capitán Holgrim. De la impresión, LloydZelos se levantó. Era un hombre gigantesco, podía medir perfectamente dos metros veinte. Por su servoarmadura, también pertenecía a los Ultramarines, pero no llevaba casco y en el pecho llevaba numerosas condecoraciones que indicaban su alto rango y sus hazañas. Su cara era más bien ruda, de tez europea, pero no tenía pinta de ser un hombre agresivo, salvo cuando combatiera por supuesto. No tenía un pelo de tonto (era calvo como una bola), y tenía pinta de estar recién afeitado. Era imposible intentar saber su edad, puesto que los Marines espaciales podían llegar a vivir, gracias a todas sus mejoras físicas, mentales y genéticas, cientos de años, o más.

-Siéntate, hijo.
-Sí señor...

Cada uno se sentó en una punta de la mesa. Uno por guardar distancias, otro por temor. Guardaron silencio unos segundos y por fin, Holgrim empezó a hablar.

-¿Cómo te llamas?
-(Piensa un alias...por mi nick se va a notar a la legua que miento...piensa...Espera un momento...) Me llamo Sylar, Gabriel Sylar (toma frikada de Héroes XD).
-Ajá. ¿Y de dónde vienes, Sylar?
-¿Que...que de donde vengo?
-Vamos a ver. Uno de los Marines de esta base, junto con otros testigos, asegura haber registrado tu llegada a Terra a través de un portal dimensional que, extrañamente, no proviene de ninguna brecha en la disformidad. Y no tienes pinta de ser ningún agente del caos ni nada parecido, y además, por tu edad...¿Cuántos años tienes?
-Veintiuno.
-Ajá. Un humano normal y corriente de tan sólo 21 años entrando en el planeta mejor protegido del Imperio de golpe, y con esa pinta. Más vale que tengas una explicación convincente.

El momento había llegado. Si la treta que había ideado durante el viaje a la base no funcionaba, estaría más perdido que el barco del arroz.

-Bueno verá...es un poco largo de contar. Yo estaba de viaje con un amigo mío, íbamos a montar un pequeño negocio de artesanía: fabricación de joyas. Mi amigo era bastante habilidoso con las gemas, tendría que haberle visto en sus mejores momentos, joder...
-¿Era?
-Sí. Cuando íbamos por el espacio, decidimos parar en un planeta verde que había por allí. Era realmente hermoso de lejos, pero cuando bajamos lo era aún más. Decidimos pasar la noche allí. Pero me desperté de mi sueño y...

En ese momento, se cubrió la cara con las manos, fingiendo lo mejor que pudo un sentimiento de horror y pesadumbre.

-Lo que vi me llenó de espanto. De un pantano que había por allí cerca, comenzaron a salir del agua unas figuras horribles. Eran como esqueletos metálicos, cada uno con un arma con forma de rifle pero con un largo tubo verde incorporado...
-Necrones-en la cara de ese hombre se dibujó un gesto de preocupación.
-Como se llamen. El caso es que en cuanto los vi, desperté a mi amigo y nos fuimos corriendo hacia la nave, sin pensar en vestirnos obviamente. Pero la vimos estallar tras ser disparada por las armas de esas cosas. Entonces fuimos a escondernos en la jungla, pero a mi amigo le acertaron. Fue horrible, la carne se le desprendió de los huesos mientras se deshacía envuelta en un halo verde. No pude hacer nada.
-¿Y qué pasó después?
-Tras vagar por la jungla lo que me parecieron horas, encontré un edificio tenebroso, con forma de pirámide, pero totalmente armada y con símbolos extraños grabados en ella. Entré y tuve que guiarme tanteando las paredes, hasta llegar a una amplia sala. De repente, todo se iluminó. Estaba todo lleno de Necrones, y de una especie de arañas y escarabajos gigantes, todos durmiendo en las paredes. Decidí vengar la muerte de mi amigo y planté varios artefactos explosivos de gran potencia. Mi amigo tenía licencia de armas y las compró hace un tiempo por si nos topábamos con un peligro, se pasaba bastante con estas cosas. El caso es que en ese momento las llevaba yo porque las cogí del campamento antes de intentar irnos hacia la nave al huir.
En fin, las puse para 5 minutos y exploré un momento la sala. Sus paredes estaban llenas de extraños jeroglíficos y símbolos de una lengua de la que no tengo ni idea, y la verdad es que no les presté mucha atención. El caso es que cuando me disponía a salir, empezaron a venir Necrones desde la jungla. Corrí al interior de nuevo, sólo para ver que los durmientes empezaban a despertarse. Cuando creí que iba a morir, me fijé en una especie de estructura extraña al fondo de la sala. Tenía forma de círculo, y tenía también símbolos incomprensibles. Me puse a toquetearlos todos. De repente, se abrió una especie de portal y empecé a oir ruidos de las bombas detonando. Entré deprisa mientras pensaba que estaría a salvo en Terra, y aquí estoy. Empecé a buscar información desorientado, y sus hombres me capturaron frente al Palacio del Emperador. Esa es mi historia, capitán.

El Capitán Holgrim se quedó un rato pensativo, luego dijo:

-Pensaré en lo que me has contado. Ahora serás conducido a una habitación para que descanses.

-Gracias, Capitán.

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Los civiles miraban al vehículo mientras avanzaba por la calle. Era un camión para transporte de tropas, algo normal a lo que la gente de a pie ya estaba acostumbrada. Pero no el extranjero de dentro.

LloydZelos estaba asustado. Hace apenas una hora estaba tranquilamente en su cama, y ahora se encontraba metido en un camión con diez Marines espaciales. Por su atuendo, pertenecían al capítulo de los Ultramarines: servoarmadura azul zafiro con adornos y calavera alada dorados en el pecho, además de lentes rojas en las cuencas de los ojos del casco, sin olvidar la letra omega con una equis dentro que adornaba las hombreras. Había tenido tiempo de observarlos detenidamente desde que le “invitaran” a subir al transporte tras llevárselo del Palacio del Emperador. Por otra parte, tenían toda la pinta de ser los típicos soldados que se limitaban a cumplir órdenes, ya que no le habían contestado nada cuando les preguntó a dónde se dirigían.

Hundió la cabeza entre las manos. Tenía motivos para llorar, desde luego, pero ¿de qué serviría? De todas formas, aún no sabía qué querían hacer con él. Así que fue práctico: tenía que pensar qué le iba a contar al superior al que con toda seguridad iba para ser interrogado. Con estos pensamientos, al cabo de unos minutos llegaron a una base.

No pudo verla, ya que el camión estaba cubierto, pero era una construcción impresionante. Dos grandes portones coronados por un águila imperial guardaban la entrada, tras la cual seguía un enorme patio donde grupos de neófitos eran entrenados por sus maestros, los llamados iniciados, en el combate cuerpo a cuerpo con armas falsas para evitar daños innecesarios. Más allá había un campo de tiro donde se podía aprender a manejar armas como el bólter, el bólter pesado (de munición más letal y abundante que el bólter, generalmente servoalimentado), escopetas, pistolas láser y, ya en complejos de seguridad, otras armas demasiado peligrosas como para practicar con ellas al aire libre. Por último, una puerta acorazada conducía al hangar donde se guardaban los vehículos de la compañía, de donde salían periódicamente Rhinos, Chimeras y otros.

El vehículo siguió por el patio hasta detenerse en un pequeño garaje. La puerta se cerró y del camión salieron todos.

-Hemos llegado. Ahora escucha: tú caminarás delante, para garantizarnos que no tienes malas intenciones. Si intentas algo, dispararemos. ¿Entendido?
-S-sí...-a sus ojos asomó una lágrima.

Se encontraban en una pequeña estancia iluminada por unas luces blanquecinas en el techo que daban un aspecto lúgubre a una situación ya de por sí lúgubre. Pasaron por una puerta acorazada y salieron a un largo pasillo por el que empezaron todos a caminar. Estaba iluminado por largos tubos de neón, al igual que el garaje, y su única decoración eran las puertas situadas a ambos lados que conducían a quién sabe dónde. Finalmente, tras pasar por varias puertas y doblar varios recodos, le dejaron en una estancia con una mesa y dos sillas.

-Pronto llegará el Capitán Holgrim. Tú espera aquí.
-Sí señor...(¿capitán? Ostia la que me espera)
-Bien.

Le dejaron solo. En cuanto se fueron, se sentó en una de las sillas y apoyó los codos sobre la mesa, pensativo. Era increíble lo que le había pasado. Meterse de lleno en el siniestro mundo de Warhammer 40000...y todo por un mensaje de una web. Ahora le esperaba un seguro interrogatorio con un capitán de los Marines espaciales, y si lograba sobrevivir a esta situación, todavía tendría que encontrar el modo de volver a casa. Y más le valía hacerlo pronto, teniendo en cuenta las razas que poblaban esta dimensión: los verdes y salvajes orkos, los ancestrales Eldars, sus malignos homónimos Eldars oscuros, los misteriosos Tau, los mortales necrones, las terribles legiones del Caos y los Tiránidos.

Los tiránidos...Había conocido esta raza en el juego y se había hecho fan acérrimo de ella. Raza alienígena donde las haya, eran criaturas cuyo único propósito era alimentarse y reproducirse consumiendo todo planeta que encontraran en su camino. Siempre le habían gustado porque consideraba que sólo eran criaturas que se dedicaban a sobrevivir, por su originalidad de sistema de combate y su fiereza. Ahora que se encontraba en el mismo mundo que ellos, le daban pánico.

En estos pensamientos estaba cuando entró por la puerta el Capitán Holgrim. De la impresión, LloydZelos se levantó. Era un hombre gigantesco, podía medir perfectamente dos metros veinte. Por su servoarmadura, también pertenecía a los Ultramarines, pero no llevaba casco y en el pecho llevaba numerosas condecoraciones que indicaban su alto rango y sus hazañas. Su cara era más bien ruda, de tez europea, pero no tenía pinta de ser un hombre agresivo, salvo cuando combatiera por supuesto. No tenía un pelo de tonto (era calvo como una bola), y tenía pinta de estar recién afeitado. Era imposible intentar saber su edad, puesto que los Marines espaciales podían llegar a vivir, gracias a todas sus mejoras físicas, mentales y genéticas, cientos de años, o más.

-Siéntate, hijo.
-Sí señor...

Cada uno se sentó en una punta de la mesa. Uno por guardar distancias, otro por temor. Guardaron silencio unos segundos y por fin, Holgrim empezó a hablar.

-¿Cómo te llamas?
-(Piensa un alias...por mi nick se va a notar a la legua que miento...piensa...Espera un momento...) Me llamo Sylar, Gabriel Sylar (toma frikada de Héroes XD).
-Ajá. ¿Y de dónde vienes, Sylar?
-¿Que...que de donde vengo?
-Vamos a ver. Uno de los Marines de esta base, junto con otros testigos, asegura haber registrado tu llegada a Terra a través de un portal dimensional que, extrañamente, no proviene de ninguna brecha en la disformidad. Y no tienes pinta de ser ningún agente del caos ni nada parecido, y además, por tu edad...¿Cuántos años tienes?
-Veintiuno.
-Ajá. Un humano normal y corriente de tan sólo 21 años entrando en el planeta mejor protegido del Imperio de golpe, y con esa pinta. Más vale que tengas una explicación convincente.

El momento había llegado. Si la treta que había ideado durante el viaje a la base no funcionaba, estaría más perdido que el barco del arroz.

-Bueno verá...es un poco largo de contar. Yo estaba de viaje con un amigo mío, íbamos a montar un pequeño negocio de artesanía: fabricación de joyas. Mi amigo era bastante habilidoso con las gemas, tendría que haberle visto en sus mejores momentos, joder...
-¿Era?
-Sí. Cuando íbamos por el espacio, decidimos parar en un planeta verde que había por allí. Era realmente hermoso de lejos, pero cuando bajamos lo era aún más. Decidimos pasar la noche allí. Pero me desperté de mi sueño y...

En ese momento, se cubrió la cara con las manos, fingiendo lo mejor que pudo un sentimiento de horror y pesadumbre.

-Lo que vi me llenó de espanto. De un pantano que había por allí cerca, comenzaron a salir del agua unas figuras horribles. Eran como esqueletos metálicos, cada uno con un arma con forma de rifle pero con un largo tubo verde incorporado...
-Necrones-en la cara de ese hombre se dibujó un gesto de preocupación.
-Como se llamen. El caso es que en cuanto los vi, desperté a mi amigo y nos fuimos corriendo hacia la nave, sin pensar en vestirnos obviamente. Pero la vimos estallar tras ser disparada por las armas de esas cosas. Entonces fuimos a escondernos en la jungla, pero a mi amigo le acertaron. Fue horrible, la carne se le desprendió de los huesos mientras se deshacía envuelta en un halo verde. No pude hacer nada.
-¿Y qué pasó después?
-Tras vagar por la jungla lo que me parecieron horas, encontré un edificio tenebroso, con forma de pirámide, pero totalmente armada y con símbolos extraños grabados en ella. Entré y tuve que guiarme tanteando las paredes, hasta llegar a una amplia sala. De repente, todo se iluminó. Estaba todo lleno de Necrones, y de una especie de arañas y escarabajos gigantes, todos durmiendo en las paredes. Decidí vengar la muerte de mi amigo y planté varios artefactos explosivos de gran potencia. Mi amigo tenía licencia de armas y las compró hace un tiempo por si nos topábamos con un peligro, se pasaba bastante con estas cosas. El caso es que en ese momento las llevaba yo porque las cogí del campamento antes de intentar irnos hacia la nave al huir.
En fin, las puse para 5 minutos y exploré un momento la sala. Sus paredes estaban llenas de extraños jeroglíficos y símbolos de una lengua de la que no tengo ni idea, y la verdad es que no les presté mucha atención. El caso es que cuando me disponía a salir, empezaron a venir Necrones desde la jungla. Corrí al interior de nuevo, sólo para ver que los durmientes empezaban a despertarse. Cuando creí que iba a morir, me fijé en una especie de estructura extraña al fondo de la sala. Tenía forma de círculo, y tenía también símbolos incomprensibles. Me puse a toquetearlos todos. De repente, se abrió una especie de portal y empecé a oir ruidos de las bombas detonando. Entré deprisa mientras pensaba que estaría a salvo en Terra, y aquí estoy. Empecé a buscar información desorientado, y sus hombres me capturaron frente al Palacio del Emperador. Esa es mi historia, capitán.

El Capitán Holgrim se quedó un rato pensativo, luego dijo:

-Pensaré en lo que me has contado. Ahora serás conducido a una habitación para que descanses.

-Gracias, Capitán.