HOME | DD

Description
Disclaimer: Naruto ni sus personajes me pertenecen.

Capítulo 2

Dolores de cabeza, de estómago e incluso menstruales fueron los principales pretextos para evadir la escuela, pero sobre todo, evadirlo a él.
Si bien engañé a mamá los primeros días al iniciar la semana,  en los siguientes,  su mirada dudosa y acusadora comenzaban  a tener el efecto nervioso en mí… el poder de oler las mentiras de mamá era único y realmente eficiente cuando se trataba de su única hija.
Si había engañado a mamá era gracias a las clases de teatro a las que fui estrictamente confinada en la niñez, pero mamá traspasaba todo lo que era yo y siendo ella la mujer que me parió pues no podía evitar sentirme culpable, delatándome.

Estaba en la ventana de mi habitación respirando el aire fresco de la tarde, recreando la vista con las hojas secas que se desprendían de los árboles, cuando la puerta se abrió estrepitosamente, mostrando la figura molesta de mi madre.
Su entrecejo fruncido, los hoyuelos diagonales que se formaban en su comisura izquierda de los labios al ser torcidos, y por supuesto, las manos sobre sus caderas, eran el breve síntoma de que mamá estaba sumamente molesta o muy perturbada. Y era fácil saber las razones… yo.

-Ahora mismo me vas a rendir cuenta, Sakura Haruno, de tu comportamiento rebelde.

Definitivamente estaba muy molesta. Había pronunciado mi nombre y apellido junto agudizando su vista de color índigo  sobre la mía.

-Y no me digas que estas enferma… ¡porque no lo estás! – aseguró desfigurando su cara con las arrugas que formaba su nariz al contraerla.

-Mamá…

¿Qué decirle? ¿La verdad?
Que un muchacho de casi metro ochenta había tratado de violarme en la escuela y que gracias a Dios no ocurrió nada debido a quien sabe porqué. Que temía encontrarme con el depravado aquel…

Abría y cerraba la boca tratando de hablar, pero de ella no salían nada, más que simples monosílabos inteligibles y demasiado irritantes.

-Irás mañana y retomarás tus clases, quieras o no. Si continúas con tus mentiras e inventándote enfermedades… verás como vas a tener una razón para ir al médico. ¿Me haz entendido?

Asentí con la cabeza amedrentada por cada palabra que había pronunciado mamá, pero sobre todo por su expresión dura que había adoptado al decirlas. Salió de mi habitación echando un portazo, que juraría que si nuestra casa no fuese de material noble se hubiese venido todo abajo por tremendo azote. Oí como sus fuertes pasos se alejaban escalera abajo y mi ritmo cardiaco se serenaba de a poco.

Aun no teniendo un espejo al frente de mí, imaginaba mi rostro descolocado y aturdido, ya no por el resondro ni mucho menos por la figura de mamá, sino porque la idea de volver a cruzar mi camino con él paralizaron mis latidos como también una sensación de frío calaron mis huesos haciendo temblar cada milímetro cuadrado de piel, y no solo eso, los pocos vellitos que mis antebrazos poseían se me erizaban inevitablemente.

Decir que estaba tan solo nerviosa y asustada era poco, porque la verdad  es que… si lo volvía a ver en una situación tan parecida a la anterior, o bien caía rendida por mi falta de fuerza como la otra vez o terminaba orinándome en mis bragas para salir corriendo de vergüenza y miedo mezclado.
Despejando cualquier tipo de idea que escalofriara mi cuerpo, lavé mi cara y me metí bajo las colchas de mi cama para dormir.

A la mañana siguiente desperté con un desgano desacostumbrado,  y un ambiente melancólico se filtró por mi ventana, el frío del otoño se coló por las rendijas de la madera vieja y apreté los labios para luego levantarme y dar comienzo a mis “futuros peores días de mi vida”.

Desayuné junto con mamá, aunque no fue un desayuno común, como los que solía tener con ella al partir a la escuela. El silencio sepulcral se había hecho más que incómodo, siendo nuestras mascadas  el único intermitente ruidoso que marcaba diferencia  esa mañana.

Romper el silencio era difícil, y más cuando mamá estaba resentida, así que la mudez era el único plan de apoyo que mermaba en esos momentos para no arruinar más las cosas.
Imaginé que mamá ya no estaría molesta, que el mal humor se le habría pasado y por lo menos me hubiese dedicado una sonrisa para contrarrestar  todo lo que se avecinaría…

Con paso rápido crucé pasillos y salones vacíos… ¿Vacios?

¿Habría ocurrido algo en estos días?

Confundida, corrí con más rapidez hasta el salón 3 – B. Al correr la puerta, la duda cogió más peso…

¿Dónde estaban todos?

Miré el reloj que colgaba en la pared, indicando las 8:35 AM. Quizás estaban en el patio trasero haciendo la formación y escuchando las indicaciones del director.
Suspiré un tanto más tranquila, sí, quizás era eso.

Recordé que las clases continuas era Anatomía, siendo  Kakashi Hatake el profesor que dictaría en las próximas horas,  lo más seguro era que arremeta contra mí como de costumbre, el problema era que no estaba preparada, había dejado de estudiar en casa las clases que tendríamos el jueves  de mi inasistencia y entonces…  estaba perdida.

Pero… era Kakashi, lo que quería decir que me daba tiempo de estudiar por lo menos media hora, lo suficiente para estar al tanto de las clases. Agradecí que Kakashi fuese un supersticioso de “nivel uno”, que no tuviese orientación  ni dirección propia y que fuese un hombre extremadamente amable con sus semejantes,  causas de sus demoras, según lo que decía a diario como excusas.
Y no habiendo muchos alumnos que molestasen con el ruido de sus papeles ensalivados ni los insultos poco creativos referente a sus facciones físicas, entré al aula percibiendo el ambiente de paz y tranquilidad, dispuesta a echarle unas cuantas leídas a mi libro de Anatomía.

Al abrir mi mochila, maldije mi torpeza e inutilidad para recordar las cosas. Mi libro, se había quedado en el buró de mi habitación.
Mierda…

Tomar el libro ajeno de un compañero no estaba bien, y menos si este no se encontraba. Resignada, me levanté y  fui directo a la Biblioteca del colegio,  donde probablemente encontraría una copia del editorial de pasta roja.

Y valla que tuve suerte. Me ubiqué en una de las mesas más alejadas a la puerta, para así no escuchar los pasos de algunos estudiantes ingresando a sus aulas y desconcentrarme en mis asuntos.

Sumergida completamente en la sístole y la diástole, no me percaté de la presencia de alguien que con sus fuertes brazos me elevó por la cintura colocándome encima de la mesa donde yacía el libro que leía.
Abrí los ojos horrorizada y el labio me tembló ante la presencia de… él.
¡Era él!

-Te extrañe. – susurró ronco y sus manos no tardaron acariciar mis muslos elevando la falda hasta mi cintura, mostrando mi ropa interior de color blanco y descolocando la blusa del colegio.

-No… por favor… - rogué y sus ojos ámbares, más intensos que la primera vez, traspasaron los míos con tan solo una mirada.

-Sé que tienes miedo… pero ya te lo había dicho, no te haré daño. – su voz emitía  la pura definición de su excitación y sus labios, tan cerca de los míos,  calmaban las codicias de poseerme  con brutalidad, así era como lo sentía.  – Nunca lo haría.

El momento se congeló cuando sus palabras llegaron a mis oídos.

Petrificada o hipnotizada por sus orbes azabaches, quedé quieta hasta sentir su aliento cálido  golpear mi barbilla, trayéndome a la realidad.

Con las manos y mi trasero hice el intento de irme para atrás pero sus manos rodearon mi cintura y me acercaron a él, su torso duro aplastó el mío y mis senos me dolieron por el peso de su cuerpo.

-Entonces… entonces si no me quieres… hacer daño… ¡Suéltame! – pedí con el corazón en la garganta, los ojos se me aguaron en un instante cuando sentí sus caderas abrirse paso entre mis piernas.

- ¿Crees que abandonaría un momento tan oportuno como este?

-Pero tú…

-Sí, no te haré daño, eso es cierto. Pero te aseguro que lo que tú y yo haremos no dañará a nadie, es más… esto te va a gustar Sa–ku –ra.  – el oxígeno fue incapaz de llegar a mis pulmones,  una sensación escalofriante me recorrió entera cuando sus manos tomaron mis caderas levantándolas y ocasionando una fricción demasiada íntima con las de él.

Una parte de mí tenía miedo, mucho miedo a la situación, a lo que me hacían, a lo que me provocaban. Pero precisamente la parte que sentía, lo deseaba…
No comprendía del todo porque mi cuerpo comenzaba a tener reacciones que nunca antes había tenido.

-¿Sientes? – me susurró en el oído mientras su lengua lamía el lóbulo de mi oreja.

-Si-í…  - contesté totalmente fuera de la realidad, y completamente instalada a cada sensación que provocaba su lengua al ser introducida en mi oído, imitando el acto de la penetración.

-Despierta

-¿Hum? – mis ojos  se cerraron y mis manos cayeron a los costados de mi cuerpo mientras él continuaba con sus caricias.

-Despierta

-¿Qu-e? – estaba perdida en el tacto húmedo y cálido.

-¡Despierta ya, Sakura! – la voz de mamá paró en seco todo, y pronto me vi envuelta entre mis sábanas, con la respiración agitada, la frente empapada de sudor y las mejillas ardiendo acompañado en un tono rojo intenso.

Había soñado con él.

Description
Disclaimer: Naruto ni sus personajes me pertenecen.

Capítulo 2

Dolores de cabeza, de estómago e incluso menstruales fueron los principales pretextos para evadir la escuela, pero sobre todo, evadirlo a él.
Si bien engañé a mamá los primeros días al iniciar la semana,  en los siguientes,  su mirada dudosa y acusadora comenzaban  a tener el efecto nervioso en mí… el poder de oler las mentiras de mamá era único y realmente eficiente cuando se trataba de su única hija.
Si había engañado a mamá era gracias a las clases de teatro a las que fui estrictamente confinada en la niñez, pero mamá traspasaba todo lo que era yo y siendo ella la mujer que me parió pues no podía evitar sentirme culpable, delatándome.

Estaba en la ventana de mi habitación respirando el aire fresco de la tarde, recreando la vista con las hojas secas que se desprendían de los árboles, cuando la puerta se abrió estrepitosamente, mostrando la figura molesta de mi madre.
Su entrecejo fruncido, los hoyuelos diagonales que se formaban en su comisura izquierda de los labios al ser torcidos, y por supuesto, las manos sobre sus caderas, eran el breve síntoma de que mamá estaba sumamente molesta o muy perturbada. Y era fácil saber las razones… yo.

-Ahora mismo me vas a rendir cuenta, Sakura Haruno, de tu comportamiento rebelde.

Definitivamente estaba muy molesta. Había pronunciado mi nombre y apellido junto agudizando su vista de color índigo  sobre la mía.

-Y no me digas que estas enferma… ¡porque no lo estás! – aseguró desfigurando su cara con las arrugas que formaba su nariz al contraerla.

-Mamá…

¿Qué decirle? ¿La verdad?
Que un muchacho de casi metro ochenta había tratado de violarme en la escuela y que gracias a Dios no ocurrió nada debido a quien sabe porqué. Que temía encontrarme con el depravado aquel…

Abría y cerraba la boca tratando de hablar, pero de ella no salían nada, más que simples monosílabos inteligibles y demasiado irritantes.

-Irás mañana y retomarás tus clases, quieras o no. Si continúas con tus mentiras e inventándote enfermedades… verás como vas a tener una razón para ir al médico. ¿Me haz entendido?

Asentí con la cabeza amedrentada por cada palabra que había pronunciado mamá, pero sobre todo por su expresión dura que había adoptado al decirlas. Salió de mi habitación echando un portazo, que juraría que si nuestra casa no fuese de material noble se hubiese venido todo abajo por tremendo azote. Oí como sus fuertes pasos se alejaban escalera abajo y mi ritmo cardiaco se serenaba de a poco.

Aun no teniendo un espejo al frente de mí, imaginaba mi rostro descolocado y aturdido, ya no por el resondro ni mucho menos por la figura de mamá, sino porque la idea de volver a cruzar mi camino con él paralizaron mis latidos como también una sensación de frío calaron mis huesos haciendo temblar cada milímetro cuadrado de piel, y no solo eso, los pocos vellitos que mis antebrazos poseían se me erizaban inevitablemente.

Decir que estaba tan solo nerviosa y asustada era poco, porque la verdad  es que… si lo volvía a ver en una situación tan parecida a la anterior, o bien caía rendida por mi falta de fuerza como la otra vez o terminaba orinándome en mis bragas para salir corriendo de vergüenza y miedo mezclado.
Despejando cualquier tipo de idea que escalofriara mi cuerpo, lavé mi cara y me metí bajo las colchas de mi cama para dormir.

A la mañana siguiente desperté con un desgano desacostumbrado,  y un ambiente melancólico se filtró por mi ventana, el frío del otoño se coló por las rendijas de la madera vieja y apreté los labios para luego levantarme y dar comienzo a mis “futuros peores días de mi vida”.

Desayuné junto con mamá, aunque no fue un desayuno común, como los que solía tener con ella al partir a la escuela. El silencio sepulcral se había hecho más que incómodo, siendo nuestras mascadas  el único intermitente ruidoso que marcaba diferencia  esa mañana.

Romper el silencio era difícil, y más cuando mamá estaba resentida, así que la mudez era el único plan de apoyo que mermaba en esos momentos para no arruinar más las cosas.
Imaginé que mamá ya no estaría molesta, que el mal humor se le habría pasado y por lo menos me hubiese dedicado una sonrisa para contrarrestar  todo lo que se avecinaría…

Con paso rápido crucé pasillos y salones vacíos… ¿Vacios?

¿Habría ocurrido algo en estos días?

Confundida, corrí con más rapidez hasta el salón 3 – B. Al correr la puerta, la duda cogió más peso…

¿Dónde estaban todos?

Miré el reloj que colgaba en la pared, indicando las 8:35 AM. Quizás estaban en el patio trasero haciendo la formación y escuchando las indicaciones del director.
Suspiré un tanto más tranquila, sí, quizás era eso.

Recordé que las clases continuas era Anatomía, siendo  Kakashi Hatake el profesor que dictaría en las próximas horas,  lo más seguro era que arremeta contra mí como de costumbre, el problema era que no estaba preparada, había dejado de estudiar en casa las clases que tendríamos el jueves  de mi inasistencia y entonces…  estaba perdida.

Pero… era Kakashi, lo que quería decir que me daba tiempo de estudiar por lo menos media hora, lo suficiente para estar al tanto de las clases. Agradecí que Kakashi fuese un supersticioso de “nivel uno”, que no tuviese orientación  ni dirección propia y que fuese un hombre extremadamente amable con sus semejantes,  causas de sus demoras, según lo que decía a diario como excusas.
Y no habiendo muchos alumnos que molestasen con el ruido de sus papeles ensalivados ni los insultos poco creativos referente a sus facciones físicas, entré al aula percibiendo el ambiente de paz y tranquilidad, dispuesta a echarle unas cuantas leídas a mi libro de Anatomía.

Al abrir mi mochila, maldije mi torpeza e inutilidad para recordar las cosas. Mi libro, se había quedado en el buró de mi habitación.
Mierda…

Tomar el libro ajeno de un compañero no estaba bien, y menos si este no se encontraba. Resignada, me levanté y  fui directo a la Biblioteca del colegio,  donde probablemente encontraría una copia del editorial de pasta roja.

Y valla que tuve suerte. Me ubiqué en una de las mesas más alejadas a la puerta, para así no escuchar los pasos de algunos estudiantes ingresando a sus aulas y desconcentrarme en mis asuntos.

Sumergida completamente en la sístole y la diástole, no me percaté de la presencia de alguien que con sus fuertes brazos me elevó por la cintura colocándome encima de la mesa donde yacía el libro que leía.
Abrí los ojos horrorizada y el labio me tembló ante la presencia de… él.
¡Era él!

-Te extrañe. – susurró ronco y sus manos no tardaron acariciar mis muslos elevando la falda hasta mi cintura, mostrando mi ropa interior de color blanco y descolocando la blusa del colegio.

-No… por favor… - rogué y sus ojos ámbares, más intensos que la primera vez, traspasaron los míos con tan solo una mirada.

-Sé que tienes miedo… pero ya te lo había dicho, no te haré daño. – su voz emitía  la pura definición de su excitación y sus labios, tan cerca de los míos,  calmaban las codicias de poseerme  con brutalidad, así era como lo sentía.  – Nunca lo haría.

El momento se congeló cuando sus palabras llegaron a mis oídos.

Petrificada o hipnotizada por sus orbes azabaches, quedé quieta hasta sentir su aliento cálido  golpear mi barbilla, trayéndome a la realidad.

Con las manos y mi trasero hice el intento de irme para atrás pero sus manos rodearon mi cintura y me acercaron a él, su torso duro aplastó el mío y mis senos me dolieron por el peso de su cuerpo.

-Entonces… entonces si no me quieres… hacer daño… ¡Suéltame! – pedí con el corazón en la garganta, los ojos se me aguaron en un instante cuando sentí sus caderas abrirse paso entre mis piernas.

- ¿Crees que abandonaría un momento tan oportuno como este?

-Pero tú…

-Sí, no te haré daño, eso es cierto. Pero te aseguro que lo que tú y yo haremos no dañará a nadie, es más… esto te va a gustar Sa–ku –ra.  – el oxígeno fue incapaz de llegar a mis pulmones,  una sensación escalofriante me recorrió entera cuando sus manos tomaron mis caderas levantándolas y ocasionando una fricción demasiada íntima con las de él.

Una parte de mí tenía miedo, mucho miedo a la situación, a lo que me hacían, a lo que me provocaban. Pero precisamente la parte que sentía, lo deseaba…
No comprendía del todo porque mi cuerpo comenzaba a tener reacciones que nunca antes había tenido.

-¿Sientes? – me susurró en el oído mientras su lengua lamía el lóbulo de mi oreja.

-Si-í…  - contesté totalmente fuera de la realidad, y completamente instalada a cada sensación que provocaba su lengua al ser introducida en mi oído, imitando el acto de la penetración.

-Despierta

-¿Hum? – mis ojos  se cerraron y mis manos cayeron a los costados de mi cuerpo mientras él continuaba con sus caricias.

-Despierta

-¿Qu-e? – estaba perdida en el tacto húmedo y cálido.

-¡Despierta ya, Sakura! – la voz de mamá paró en seco todo, y pronto me vi envuelta entre mis sábanas, con la respiración agitada, la frente empapada de sudor y las mejillas ardiendo acompañado en un tono rojo intenso.

Había soñado con él.