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Description
Thomas estaba siendo arrastrado por Marie por todo el parque.
La pelirroja lo había obligado a salir de su encierro de tres días. No es que Thomas fuera una persona solitaria, pero cuando te dan la noticia de la muerte de tu abuelo tiendes a estar un porquito deprimido. Desde que se lo digeron, se había encerrado en su cuarto. Aunque no lo pareciera, quería mucho a su abulo Doof. Puede que fueran completamente diferentes, pero recordaba las historias que le contaba cuando era pequeño para dormir, y como las contaba de una manera que le hacían creer que eran reales. Con el paso de los años, llegó a comprender que era pura fantasía, por mucho que su abuelo dijera lo contrario.
En su encierro, nadie había subido, hasta que Marie se hartó y lo sacó de allí a la fuerza. Sinceramente, Thomas no quería salir, y mucho menos a tomar un helado. Thomas odiaba los helados.
-Pon algo de tu parte-gritó Marie que lo cargaba hasta la heladería.
-Ya te lo he dicho, y lo volveré a decir, odio los helados-respondió Thomas con firmeza.
Marie bufó, antes de continuar su camino. Consiguió llevarlo hasta el carrito, donde un amable vendedor les preguntó el sabor. Marie lo cogió, obviamente, de chocolate.
-De que lo quieres?-preguntó Marie mientras hurgaba en sus bolsillos por el dinero.
-De nada, odio los helados-le repitió, he iba a estar toda la tarde diciendo lo mismo.
-Uno de vainilla-pidió por Thomas.
El vendedor los miró extraño antes de intercambiar el segundo helado por el billete que le ofrecía Marie. Que la chica de la que llevas años enamorado te invitara un helado normalmente era buena señal, menos con Marie. Ella no tenía ni idea de actos románticos, y no se enteraría de sus sentimientos ni aunque se lo pusiera en letras gigantes fluorescentes en medio del cielo con fuegos artificiales.
La pelirroja depositó el helado en la mano de Thomas antes de comenzar con el sullo.
-¿No deberías tomar una pastilla para el azucar?-le recordó Thomas.
Si no se tomaba la pastilla su prima tendía a parecer que se acababa de tomar toda la cafeína del mundo.
-Por una vez no pasa nada-respondió la pelirroja mientras comenzaba a tomar su helado.

Marie corría por todo el parque, siendo perseguida por Thomas. El moreno no dejaba de correr detrás suyo, pero era imposible alcanzarla.
La pelirroja no dejaba de correr de un lado para otro, trepando por los arboles, rodando por las colinas y persiguiendo a las ardillas. Estaba absoluta y completamente hiperactiva.
Thomas se paró al verla subir a uno de los árboles. No pensaba perseguirla hasta ahí arriba. Tenía que llevar a Marie hasta su casa como fuera para que pudiera tomarse la maldita pastilla. Cogió aire, antes de salir corriendo, de nuevo, detrás de la pelirroja.
-Marie vuelve-gritó por enésima vez.
En un momento dado la perdió de vista.
-¿Se puede saber donde se ha metido?-se preguntó para sí mismo.
Se apoyó en sus rodillas y cogió aire. Solo por perseguir a Marie tenían que ponerle un sobresaliente en educación física.
-Sorpresa!!!!-gritó una voz a sus espaldas.
Thomas solo vio una cabellera pelirroja antes de sentir como algo chocaba contra su cuerpo y caía rodando colina abajo.
Al llegar hasta abajo Thomas notó un fuerte dolor de espalda. Marie, aunque se estaba apoyando en sus brazos, tenía la cara a milímetros de la de Thomas.
-Te pillé-dijo acercándose más a Thomas, consiguiendo que este se pusiera rojo por momentos-no eres tan rápido como creía.
-Es que tu vas cargada de azucar-le respondió sonriendo-le ganarías hasta un dibujo animado.
Marie soltó una carcajada antes de tumbarse al lado de Thomas y apoyar la cabeza en su hombro.
-¿Te acuerdas cuando erámos pequeños y te tiré un helado encima?
Thomas hizo una mueca recordándolo.
-Si, lo recuerdo-suspiró.
Marie se levantó y se sentó. Thomas hizo lo mismo.
-Si recuerdo bien creo que te lo tiré por aquí-dijo poniendo el dedo en el pecho de Thomas, haciendo que el chico volviera a obtener el color rojizo en las megillas.
-Será mejor que nos vayamos a casa, ese helado del demonio te ha hecho hioperactiva.
-Se pasará un momento-dijo Marie haciendo un puchero.
Thomas se dio cuenta de que ahora la pelirroja había puesto la palma de la mano en su pecho. Se acercó más a Thomas y le enganchó el otro brazo por el cuello.
-Además, quiero probar una cosa.
Thomas abrió la boca para preguntar, pero Marie apretó sus labios contra los suyos.
Marie, al tirarse encima de Thomas, y como a este, en ese momento, le temblaba todo el cuerpo y le fallaban las pieras, cayó hacia atrás, haciendo que los dos terinaron como antes, solo que Marie estaba encima suya.
Mientras Thomas se llevaba por el beso de Marie, solo podía pensar una cosa:

"ME ENCANTAN LOS HELADOS"