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No cambiaría mi libertad por tu amor…

Se sentó en el banco. Respiró profundo, necesitaba soltar todo lo que sentía y que mejor manera que tocar su vida… su piano.

Pensó en el hombre que le había robado el aliento, aquel que con una sola sonrisa hacía que luchara por ser una mejor persona. Aquel que la había condenado a amarlo para toda la vida, aunque esa no sea su intención… Y como todo recuerdo de amor con dolor, no pudo contener las lágrimas y dejó que se derramaran hasta que su alma se purificara.

Y aunque esa esclavitud le hacía amarlo hasta en los sueños más profundos, no le molestaba, al contrario se sentía viva, con una felicidad inmensa y aunque su ganancia fuera tan poca, para ella era mucho. Pues una sonrisa, un abrazo o cualquier detalle de parte de él, le hacía vibrar todo su ser para querer seguir adelante.

Ya no tenía ningún problema en llorar al recordar que el amor que sentían era imposible. Y no por ser maestro-alumna. Si no porque había conocido a su mujer, a su esposa, a la madre de sus hijos, y era una mujer encantadora, que al conocerla y ver que era una mujer maravillosa, que idolatraba con su vida a su esposo, que daría todo por su familia, se sintió culpable el estar sintiendo amor por la razón de su vida. Pero desgraciadamente también se había convertido en la suya.

Sintió coraje y asco a si misma cuando la mujer de su maestro la recibió con mucho cariño y respeto. Y se odio a si misma por querer acabar con algo que había luchado por años.

Y a pesar de que sabía que no tenía ninguna oportunidad con Itachi, no cambiaría por nada su amor por él. No dejaría de ser esclava de ese amor, no, no dejaría que esa esclavitud desapareciera, porque a pesar de que estaba soñando con algo imposible, que gracias a esa esclavitud no vivía más que por él y para él. Fue la persona más completa y feliz desde que se enamoró, desde que convivió con él. Desde que se convirtió él en su vida.

Al concentrar su atención a su melodía se sorprendió de que estuviera tocando la canción que estaba perfeccionando desde que supo que su autor Beethoven la había escrito para su alumna de la cual se había enamorado, y aunque estaban invertidos los papeles se conectaba y se entendía tanto con esa rica melodía porque sentía el lamento del autor en cada nota, en cada forte, en cada pianissimo. En cada fibra de aquel sonido tan hermoso y todos esos sentimientos encontrados en aquella canción la hacía quedarse prensada a ella.

No le importaba vivir condenada toda su vida a él, porque así era feliz, así se sentía completa, hecha y sin él sentía como si una parte de su cuerpo, de su pecho no estuviera con ella. Se sentía incompleta.
Era por ese motivo que prefería vivir esclava a él de por vida, porque como cualquier esclavo trabaja por algo ¿No? Ella trabajaba, luchaba por su amor y aunque el beneficio fuera una sola sonrisa para ella le bastaba pues amar en silencio significaba adorar los momentos donde puedes sacarle una sonrisa a su adoración.

Y es que Itachi había logrado lo que nadie había conseguido en veinte años… Poner el piano en segundo lugar y convertirse en la prioridad de la vida de la pelirroja, para ella todo, absolutamente todo era su piano. Pero ahora… este debería ponerse celoso al ser desvalorado por primera vez por alguien más.

Suspiró, miró el reloj y se dio cuenta que era demasiado tarde, y aunque hoy no tenían más de dos clases debido a los festejos por el cumpleaños de su institución, eran sus clases favoritas, pues eran con él. Y como toda esclava sigue en cualquier momento a su dueño, ella no sería la excepción, además de que el tiempo sin él ya la estaba incomodando, y necesitaba verlo, ver con ese brillo peculiar de sus ojos cuando está con ella, verlo sonreír, con ella, para ella y eso era el pago más valioso que la libertad.

Tomó su mochila, cerró la tapa de su piano y se marchó de su apartamento con una sonrisa en la cara, pues verlo ameritaba un día hermoso y feliz.

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No cambiaría mi libertad por tu amor…

Se sentó en el banco. Respiró profundo, necesitaba soltar todo lo que sentía y que mejor manera que tocar su vida… su piano.

Pensó en el hombre que le había robado el aliento, aquel que con una sola sonrisa hacía que luchara por ser una mejor persona. Aquel que la había condenado a amarlo para toda la vida, aunque esa no sea su intención… Y como todo recuerdo de amor con dolor, no pudo contener las lágrimas y dejó que se derramaran hasta que su alma se purificara.

Y aunque esa esclavitud le hacía amarlo hasta en los sueños más profundos, no le molestaba, al contrario se sentía viva, con una felicidad inmensa y aunque su ganancia fuera tan poca, para ella era mucho. Pues una sonrisa, un abrazo o cualquier detalle de parte de él, le hacía vibrar todo su ser para querer seguir adelante.

Ya no tenía ningún problema en llorar al recordar que el amor que sentían era imposible. Y no por ser maestro-alumna. Si no porque había conocido a su mujer, a su esposa, a la madre de sus hijos, y era una mujer encantadora, que al conocerla y ver que era una mujer maravillosa, que idolatraba con su vida a su esposo, que daría todo por su familia, se sintió culpable el estar sintiendo amor por la razón de su vida. Pero desgraciadamente también se había convertido en la suya.

Sintió coraje y asco a si misma cuando la mujer de su maestro la recibió con mucho cariño y respeto. Y se odio a si misma por querer acabar con algo que había luchado por años.

Y a pesar de que sabía que no tenía ninguna oportunidad con Itachi, no cambiaría por nada su amor por él. No dejaría de ser esclava de ese amor, no, no dejaría que esa esclavitud desapareciera, porque a pesar de que estaba soñando con algo imposible, que gracias a esa esclavitud no vivía más que por él y para él. Fue la persona más completa y feliz desde que se enamoró, desde que convivió con él. Desde que se convirtió él en su vida.

Al concentrar su atención a su melodía se sorprendió de que estuviera tocando la canción que estaba perfeccionando desde que supo que su autor Beethoven la había escrito para su alumna de la cual se había enamorado, y aunque estaban invertidos los papeles se conectaba y se entendía tanto con esa rica melodía porque sentía el lamento del autor en cada nota, en cada forte, en cada pianissimo. En cada fibra de aquel sonido tan hermoso y todos esos sentimientos encontrados en aquella canción la hacía quedarse prensada a ella.

No le importaba vivir condenada toda su vida a él, porque así era feliz, así se sentía completa, hecha y sin él sentía como si una parte de su cuerpo, de su pecho no estuviera con ella. Se sentía incompleta.
Era por ese motivo que prefería vivir esclava a él de por vida, porque como cualquier esclavo trabaja por algo ¿No? Ella trabajaba, luchaba por su amor y aunque el beneficio fuera una sola sonrisa para ella le bastaba pues amar en silencio significaba adorar los momentos donde puedes sacarle una sonrisa a su adoración.

Y es que Itachi había logrado lo que nadie había conseguido en veinte años… Poner el piano en segundo lugar y convertirse en la prioridad de la vida de la pelirroja, para ella todo, absolutamente todo era su piano. Pero ahora… este debería ponerse celoso al ser desvalorado por primera vez por alguien más.

Suspiró, miró el reloj y se dio cuenta que era demasiado tarde, y aunque hoy no tenían más de dos clases debido a los festejos por el cumpleaños de su institución, eran sus clases favoritas, pues eran con él. Y como toda esclava sigue en cualquier momento a su dueño, ella no sería la excepción, además de que el tiempo sin él ya la estaba incomodando, y necesitaba verlo, ver con ese brillo peculiar de sus ojos cuando está con ella, verlo sonreír, con ella, para ella y eso era el pago más valioso que la libertad.

Tomó su mochila, cerró la tapa de su piano y se marchó de su apartamento con una sonrisa en la cara, pues verlo ameritaba un día hermoso y feliz.