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PokeStand — Starring role - Capitulo 3 [NSFW]
#hajime #oikawa #haikyuu #iwaoi #oikawatooru #hajimeiwaizumi
Published: 2016-08-19 22:08:27 +0000 UTC; Views: 132; Favourites: 0; Downloads: 0
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Description Era un buen sábado a la noche. Al menos, para Oikawa.
Cualquier noche tenía la capacidad de ser buena si se lo hacían duro contra la pared del baño de un antro. ¿Se lo imaginan? ¡Un lugar público! No sería la primera vez, y probablemente, tampoco la última. Tenía la espalda pegada a la pared y un cuerpo presionando contra el suyo. Sentía cada movimiento dentro de él e intentaba abrir más las piernas, en un intento de pasión desesperada por llegar más lejos, para que el otro llegara más adentro. Tironeó de su camisa y soltó un suspiro tembloroso, privándose de la libertad de gemir al estar en sitio de concurrencia, por más que la música los encubriera.
Pasó una de sus manos por el pelo corto del desconocido, y si no fuera tan corto podría ser como el de Iwaizumi. El desconocido se transformó en la persona de la cual estaba enamorado y perdió las riendas de su imaginación. Se mordió el labio y cerró los ojos, sintiendo cómo el placer se construía lentamente en su interior.
Y de repente, todo se cortó.
El chico se separó jadeando y murmuró algo que no pudo oír. Parecía una disculpa. Se quitó el preservativo usado y buscó en dónde tirarlo. Al no encontrar un tacho de basura, lo dejó en una esquina y se subió los pantalones.
― No puedo creer que ya hayas terminado ―se quejó Oikawa, las acciones de recién del chico hicieron que se le bajara completamente. Y, por supuesto, el incómodo sentimiento de no acabar.
― ¿Qué? ―preguntó él con inocencia, levantando la voz por sobre el ruido.
― ¡Nada!
Le dedicó una sonrisa mientras se abrochaba los pantalones, pensando en que era un imbécil. El pensamiento no especificaba quién de los dos era el imbécil, pero era aplicable a ambos.
Salió del baño frustrado. Ni siquiera conocía la canción de fondo, así que no podía subirse el ánimo con música. El ritmo y las luces siempre lo ponían de buen humor, pero el antro de verdad era una bazofia. Había muchísima gente y no podía descargar todo ese calor que acumuló en el baño, estaba transpirado y comenzaba a molestarse. Encontró a Iwaizumi rápidamente, parado al costado de la barra con mala cara. Siempre era fácil de encontrar.
― ¿Dónde estabas? ―lo interrogó.
Oikawa se encogió de hombros. Si Iwaizumi tenía una pizca de inteligencia, no preguntaría otra vez. No lo hizo.
― Vámonos. Estoy harto de este lugar.
Asintió y lo tomó del brazo, como "para no perderse". Tonterías. Cualquier escusa era buena si podía abrazarlo de alguna manera o tomarle de la mano.
El cambio de temperatura afuera era chocante. Sintió frío enseguida, pero con el frío también llegó cierto alivio. La percusión de la música seguía golpeando en su cabeza y el calor era insoportable. Respiró el aire frío con tranquilidad, sin soltar a Iwaizumi. Al mirarlo, cayó en la cuenta que estaba bastante ebrio. Un poco más que la semana pasada, el hermoso día en que bailaron y saltaron en el sillón. Había sido realmente genial. Esta noche no fue tan buena como aquella y, tal vez, no fue un buen amigo al dejarlo solo para irse por ahí con un extraño. Pero era adicto al juego y no quería parar. Conquistar para obtener lo que quería era satisfactorio en muchos sentidos, pero se sentía hueco. Sin embargo, la satisfacción lograba, de a momentos, tapar ese vacío hasta que se olvidaba que existía.
En este momento, recordó que ese maldito vacío existía.
Se dirigieron a la casa de Iwaizumi porque quedaba más cerca. Charlaron y rieron y el vacío fue desapareciendo. Cuando su mejor amigo estaba borracho era más gracioso, pero también tenía que cuidarlo. Aunque esa parte no le desagradaba, prefería de lejos ser él a quien cuidan. Especialmente si era Iwaizumi quien se encargaba de mimarlo.
Oikawa abrió la puerta y avanzaron en silencio para no despertar al padre de Iwaizumi. La entrada al cuarto sin hacer ruido fue todo un éxito. Iwaizumi se tambaleó hasta la cama y se tiró de cara. Se arrastró hasta llevar todo su cuerpo a una posición bien recostado, como para no dormir con la mitad del cuerpo afuera de la cama. Lo que ocasionaría que durmiera en el suelo. Pasaba a veces. Oikawa se movía mucho de pequeño y solía empujarlo dormido fuera de la cama, e Iwaizumi... bueno, él era de sueño pesado.
Buenos y viejos tiempos.
― ¿No vas a cambiarte?
― No... Estoy bien así ―le contestó sin levantar la cara de las sábanas.
Se rió. Él no pensaba acostarse con los mismos jeans que había usado todo el día, eran una mugre. Buscó su pijama (el de los pantalones holgados y camiseta rota) y se cambió. Cuando se dio la vuelta, percibió que era observado.
Iwaizumi se sorprendió a sí mismo cuando Oikawa lo miró con incredulidad. Apartó la vista y volvió a hundir la cara contra las sábanas.
¿Era una oportunidad o una trampa?, pensó. ¿Era esta una genuina ocasión de lanzarse sobre él e intentar compensar ese vacío? ¿O era el pie para una catástrofe en su amistad? Apagó la luz, se acercó a la cama y, con cautela, lanzó el anzuelo para probar terreno.
― ¿Qué fue eso, Iwa-chan~? ―inquirió con voz cantarina.
― Eres tan molesto ―masculló él, sentándose.
Quedaron enfrentados, Iwaizumi sentado tipo indio. Sus ojos todavía no se acostumbraban a la oscuridad, pero podía divisar su figura a través de la escasa luz de la ventana. Oikawa estaba inclinado hacia adelante, buscando tentar, evitando tentarse. Ambas cosas eran muy difíciles.
― Eso no responde mi pregunta ―susurró, usando toda la empalagosa seducción que pudo.
Iwaizumi también se inclinó. Estaban muy cerca. Oikawa tragó saliva, intentando no ponerse nervioso. El corazón el latía con fuerza y optó por no pensar. Era imposible. Pensaba mucho. Pensaba mucho en cosas como bésame, bésame, bésame, maldita sea, bésame.
― Sí lo hace.
¿Ocasión o catástrofe? Fuera lo que fuera, ya se había adelantado a besarlo.
Y, esta vez, no fue rechazado.
Iwaizumi le correspondió con ganas. Oikawa lo agarró de la ropa y lo atrajo hacia él. Cayó de espaldas con su mejor amigo encima (¡Su mejor amigo! Se atrevía pensar de esa manera incluso en estos instantes). Todo aquello que no pudo descargar en el baño del antro lo estaba volviendo a sentir ahora. También podía ser ese efecto especial que tenía sobre él, esa cosa extra que se siente al estar haciendo esto con la persona que más amaba. Sus cuerpos estaban pegados e Iwaizumi empujaba hacia él, rozando y más que rozando. Oikawa se sentía como la última vez que entró a una dulcería. No sabía dónde poner sus manos, que oscilaban constantes entre su rostro, su cabello, su espalda...
Ah, y besarlo era una delicia. Sabía a dulce alcohol y deseo. Porque para él, el deseo tenía un gusto muy especial e Iwaizumi era lo que más había deseado en su vida. Cruzó los tobillos en su espalda, perdiéndose completamente en aquellos labios. Sentía que podía volverse loco.
Pero hoy no era su noche. Por segunda vez, el ambiente se cortó por completo. Iwaizumi intentó separase con movimientos torpes.
― No... Espera, no... Estaaamos muy borrachos... ―dijo, tratando de coordinar para que su respiración agitada no pisara sus palabras.
Mentiría si dijera que eso no le dolió. Oikawa no tomó una gota de alcohol en toda la noche. No lo quería dejar ir.
― ¿Y? ―contestó, ofendido, pero sin que se trasluciera en la voz.
― Oikawa, eres mi mejor amigo. No podemos hacer esto.
¿Qué no podemos? Lo hemos estado haciendo perfectamente hasta recién. Pff, no. No iba a decir eso. De mala gana, descruzó sus piernas y lo soltó, por miedo a que recordara algo al día siguiente. Siempre podía fingir que estaba muy ebrio, pero de todas formas...
Iwaizumi se sentó y se dejó caer a su lado con inercia. No volvió a hablar, ni siquiera se movió.
Oikawa se aferró a partes realizadas de la noche. Se aferró a la imagen de Iwaizumi, a su rostro, a sus labios, a su sabor, a su cuerpo... Se aferró incluso cuando la amargura manchó todos los recuerdos de negro, se aferró al vacío cuando la oscuridad de la habitación lo hizo sentirse solo. Y al final, lo soltó todo, sufrió dándole vueltas a los hechos y a las consecuencias y apenas durmió. El poco sueño que pudo conciliar fue malo. Y a la mañana siguiente, se sentía fatal (ah, la resaca del amor).
Durmió más de lo que le había parecido. Lo supo cuando despertó y la persiana estaba abierta llenando la habitación de luz que no lo despertó. Iwaizumi no estaba en la cama.
Bajó desganado a desayunar, poniendo sobre su rostro una careta de alta autoestima. Cuanto peor se sentía, mejor debía verse para los demás. Desayunaría en silencio, daría falsas explicaciones si se lo exigían y antes del almuerzo estaría en su casa. Problema resuelto.
Problema resuelto, excepto, claro, por cierto, inconvenientes que no había previsto. Como el padre de Iwaizumi en la mesa desayunando junto a su hijo. Soltó la mejor sonrisa que le salió y lo saludó con simulado bienestar. Buscó su tasa, se sirvió leche y le puso chocolate. Como en una mañana normal.
― ¿La pasaron bien anoche? ―se atrevió a preguntar.
¿Por qué los padres eran tan entrometidos?
(Le hubiera gustado que sus padres fueran entrometidos).
― ¡Bien! Aunque había mucha gente...
No le tembló un solo músculo al mentir. No importa lo mierda que se sintiera por dentro. Era ya todo un profesional. Quiso sentirse orgulloso de eso. No lo logró.
― Me alegro. Si no fuera por ti, Iwaizumi nunca saldría de la casa...
― Eso es mentira ―gruñó Iwaizumi, casi infantil ante su padre.
― ¡Es cierto!
― No lo es, también tengo otros amigos.
― Del equipo de vóley, ¿Y quién te hizo jugar vóley? ―rió su padre.
― No discutas con tu papá, Iwa-chan, él tiene toda toda la razón ―dijo para fastidiarlo.
Iwaizumi refunfuñó con evidente mal humor. Eso quería decir que Oikawa estaba en problemas. Otra vez, se sentía como un cobarde pensando en huir y odiaba esa parte de sí mismo. Porque una vocecilla en el fondo de su cerebro lo llamaba “débil”.
― Déjalo, se levantó con la pata izquierda.
― Es la resaca ―mintió Iwaizumi.
Su padre puso mala cara porque no le gustaba que bebiera demasiado, pero tampoco lo regañó. Charlaron como si fueran amigos, Iwaizumi excluyéndose de la conversación. El padre tenía horarios de trabajo bastante flexibles y hoy no trabajaba hasta el mediodía. Que era la hora en la que estaban desayunando. Al parecer, Oikawa durmió mucho más de lo que pensaba. Nada como llorar durante horas para un buen sueño.
Se pusieron a mirar una película, pero no era más una apariencia para el adulto que rondaba por la casa. Oikawa no sabía ni qué estaban viendo, solo podía distinguir un montón de imágenes pasando en una rápida sucesión de colores. Al parecer, Iwaizumi tampoco tenía la intensión de prestarle atención.
― ¿Recuerdas lo que pasó anoche?
Estaba la posibilidad de mentirle... Pero, ¿Para qué? Iwaizumi lo sabría.
― Sí.
"...muy borrachos".
Oikawa no quería que se convirtiera en una red de mentiras. No quería volver a manchar la amistad, pero otra vez lo había hecho. Se estaba metiendo en aguas profundas él solo, a sabiendas de que no podía nadar. Era cuestión de tiempo para que la marea se lo llevara y todo habría sido, otra vez, otra maldita vez, su culpa.
― Lo siento ―murmuró Iwaizumi con sinceridad pura―. Solo, olvídalo. ¿Está bien?
¿No era su culpa? Pero él empezó... ¿Se acordaba de eso o solo tenía una vaga idea de lo ocurrido? No podía preguntarle nada de esto. Olvidarlo sonaba a una mejor idea. Asintió con energía y dedicándole una sonrisa.
― Descuida, Iwa-chan, si tuviera en cuenta todos los errores que cometes, yo...
― ¡Chicos, me voy! ―interrumpió el padre de Iwaizumi.
Ellos estaban cuchicheando y se sobresaltaron al oírlo, pero se relajaron cuando se escuchó la puerta cerrarse. Ya estaban solos. Iwaizumi bajó al mínimo el volumen del televisor y decidió ignorar la media broma de Oikawa. Mejor así.
― Al final, el otro día no lo hablamos ―dijo con aire casual, cambiando de tema― ¿Cómo están las cosas en tu casa?
No estaba seguro de querer hablar sobre el tema. Pero era su mejor amigo.
― No lo sé. Mi mamá volvió a hablarse con mi tía. Eso es bueno, creo.
― ¿Por qué se pelearon?
― Mi mamá intenta alejar a mi papá de mí y, a veces, también al resto de la familia. Y mi tía estaba enojada por eso.
― Sí, entiendo.
Sabía lo que estaba pensando. "Tu familia es muy complicada". No lo era. Se trataba de personas que no se querían cerca, eso era todo. Pero por tradiciones convencionales, uno se obliga a estar cerca de ellos. Oikawa creía que, además de sus primos, era el único al que realmente le gustaría tener una familia unida.
― Y mi mamá trata de alejar a las personas que me hacen mal, pero no se da cuenta de que ella ya se alejó.
Iwaizumi se mostró serio, esperaba no preocuparlo innecesariamente. Él estaba acostumbrado a vivir así. Pero había algo más que lo hacía sentirse mal. Oikawa sentía un rejunte emociones causadas por diversas situaciones, tanto lo de anoche como lo que sucedía en su familia. ¿Por eso se sentía tan mal? ¿Por eso necesitaba un desahogo?
― Porque, ¿Sabes? No alcanza con que una persona te quiera ―dijo de repente―. Tiene que estar ahí para quererte, sino es como si no te quisiera.
Ese era el sentimiento que a veces tenía sobre su madre. Y era por lo mismo que amaba incondicionalmente a su mejor amigo.
Lo miró buscando consuelo. Iwaizumi desvió la vista para no caer en sus ojos de perrito mojado. Se resistió todo lo que pudo pero, finalmente, suspiró y abrió los brazos, con una rudeza impropia de la timidez de sus acciones.
― Ven aquí.
No hacía falta que se lo repitieran. Se lanzó en sus brazos y lo abrazó con fuerza. Escondió la cara en su cuello y suspiró.
No, iba a ser imposible olvidar lo de la noche anterior. Im-po-si-ble. Nunca en toda su vida podría olvidar los besos, la pasión y el amor que, por lo menos él, dejó en aquel momento. No podría olvidar nunca esos dedos en su cintura, ese cuerpo fuerte contra el suyo, esos besos, esos besos, dios mío, esos besos.
― Esto es raro ―murmuró Iwaizumi.
― Olvídalo, Iwa-chan ―le dijo con tranquilidad que no tenía, con una sonrisa sin gracia y con una seguridad que no existía―. Olvídalo.
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