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quetzal8 — 3. Poder
Published: 2014-01-25 12:26:05 +0000 UTC; Views: 193; Favourites: 0; Downloads: 0
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Description 3. Poder


  El poder es adictivo, es una sensación más que una habilidad, incluso lo podríamos definir como un sentido muy fino, una estructura mental y social que integra los más amplios conceptos de la individualidad con las multitudes. Nos otorga capacidades, nos abre caminos, nos permite dominar a los demás, e incluso vivir a costa de quien se nos ocurra: mientras no tena más poder que el nuestro.

  Reliquia de viejos tiempos, del principio de la humanidad, nos persigue sin cesar y nos demuestra como la humanidad no tiene correcciones, como hagamos lo que hagamos estamos condenados a caer en la misma historia una y otra vez. Todo por la sed impasible de los poderosos, de los solemnes, de los controladores... No hay escapatoria más que la revolución y el traspaso del poder a otra generación. Aún así no existe aquella en que el poder haga todo el bien, jamás se vio tal oportunidad. Hemos pasado por mejores y por peores, pero jamás por la perfección.

  A fin de cuentas todos son iguales... Siempre que detenten el poder, van a querer lo que con éste se obtiene y por lo tanto van a sufrir sus consecuencias.


  Los distritos de Alfa tenían una organización jerárquica clave, cada distrito poseía un científico mayor o alcalde y por debajo de éste sus diez consejeros (científicos del nivel 3). Ésta estructura era la que permitía el control de los más lejanos territorios bajo el nombre de Sncs Rx, la mesa regulaba y dirigía las ordenes recibidas directamente por el Rey científico, y no se ponían en discusión si no que se adaptaban al ambiente de cada distrito/sector.

 Uno de tantos consejeros era James Root, un sujeto de poco éxito, cuyas investigaciones nunca habían sido muy fructíferas (efectos del estiércol en la actividad reproductiva del mono capuchino) y cuyo honor había sido rebajado considerables veces. Vivía en una pequeña finca al este del bosque en el distrito lambda, cerca de los lindes con el distrito Kappa.

 Rondaba los 40 años, con un pelo largo, repleto de canas, y una barba descontrolada y rígida. Unos ojos firmes y expectantes de un tono amarronado claro. Vestía las típicas ropas de lambda (basadas principalmente en andar de traje por todos lados) y no dejaba en ningún momento de acomodar su fina corbata. Era una persona obsesiva, atenta a los detalles y ultraparanoica, siempre atenta a que lo atrapasen recurriendo a sus extraños fetiches... Era un hombre solitario y al tener prohibido toda unión con meta-humanos debía mantener su postura, debía reprimir su sexo, pero no le era posible y por lo tanto más de una vez había quebrantado su voto atrayendo muchachas y muchachos meta-humanos a su casa y drogandolos... No los violaba, el se deleitaba con algo mucho más macabro, se excitaba al verlos morir lentamente abrazados por el calor de un dulce sufrimiento.

 El amaba el ruido que hacían sus cuerpos al hervir, y como gritaban a través de sus labios cosidos (como a James le gustaba). Se escuchaba ese grito apagado e incesante, esos chillidos al desprenderse una porción de piel, o al derretirse un ojo. James acercaba su sillón, se servía su whisky añejo, y tras prender un habano observaba atentamente como sus victimas se rostizaban dentro de un horno que él había construido.

  El sistema consistía en encerrarlos desnudos en un horno transparente con un piso enrejado (cual parrilla) y que debajo tenía un sistema de los más modernos de fusión fría condensada (Una tecnología al acceso de pocos, y aún en su completa juventud). El calor era regulado desde un control que tenía el mismo James unido al sillón. Lo iba aumentando lentamente. Si el sujeto se prendía fuego rápidamente activaba una ducha helada que cubría a la victima, si la misma seguía viva era inmediatamente después de ésta ducha helada que el calor volvía. Una muerte lenta, dolorosa e interminable.

 James observaba, cerraba los ojos de vez en cuando y tras un largo y profundo suspiro dejaba salir una sonrisa oscura denotando la liberación del estrés que le generaba su ocupación y su vida, dejando salir sus más profundas convicciones y disfrutando de lo que para él era una hermosa velada romántica sin más ni menos que con sus amigos meta-humanos.

 Al finalizar, las cenizas eran guardadas cuidadosamente y como cereza del postre se bañaba en ellas en un frenesí de excitación tal que con una vez le bastaba por meses.


 Una noche no pudo dormir, sus ojos no se cerraban sabía que necesitaba descargarse pero debería buscar su décima segunda victima y temía que empezaran a sospechar de él... Era muy precavido y sabía manejar las escenas para que jamás lo descubriesen. Aunque sospecharan jamás tendrían pruebas ya que en su obsesión sabía mantener todo tan limpio como un hospital. Estaba planificando su nueva táctica de ataque cuando escucho un estruendo, sus ventanas temblaron con furor y el suelo bailó por unos segundos. Corrió a ver que acontecía y vio una increíble cantidad de humo proveniente del distrito Kappa. Sorprendido por lo sucedido, comenzó a cuestionarse con que nuevo problema se enfrentaría ahora en la mesa del consejo...

 “¿Me van a preguntar que hay que hacer? ¿Tendré que ayudar? ¿Tendré que perder mi valioso tiempo con esos insulsos? ¿Me ascenderán?”... Era todo lo que el quería, que lo asciendan, que lo hagan jefe y algún día rey del mundo. Ponerse un nombre actual como Jms Rx y salir a conquistar el universo; deleitarse con los manjares más raros que la humanidad le pudiera conceder y bañarse con las cenizas más suaves que su cuerpo pudiera sentir. Por momentos quería asesinarlos a todos, a Javier, a Samanta, a Jack, a Albert, a Thomas... Los odiaba a los consejeros... Y principalmente lo quería matar a Rtr mr (se pronunciaría Rotor Maior), el – maldito, pensaba él – alcalde del distrito lambda, un hombre poderoso y totalitario como pocos.

 James no vio ninguna razón para mantenerse fuera de su casa durante más tiempo y finalmente volvió a acostarse... Tras muchas vueltas logró conciliar el sueño.


 La mañana siguiente el sol salió pero no se veía en su completitud, nubes de polvo aún surcaban el cielo... A James no le importaba, el no tenía interés en nada, solo en sus asuntos. Salió a dar su acostumbrado paseo por el bosque antes de ir al consejo que seguramente estaría reunido desde temprano aquel día. Aquel 13 de octubre los pájaros cantaban y algunas liebres corrían por ahí... Los animales peligrosos habían sido ubicados en parques específicos y zoológicos científicos de investigación, entonces no había peligro mayor que un rasguño a causa de una rama filosa o un tropezón con una raíz engrosada.

 Él miraba las copas de los árboles con un frenesí tal que se sentía amado por aquel bosque, cubierto de un color verdoso amarronado, musgoso hasta donde se lo viera, cubierto de hojas caídas de variados colores, alejado del tacto del hombre, abastecido de pequeños arbustos simpáticos de un tono amarillento, pequeños charcos de agua daban bebedero a hermosos pajaritos saltarines que no se percataban de la presencia de aquel extraño.

 De repente y con horror descubrió que un sector del bosque, su hermoso bosque, había sido desgarrado por aquella explosión... Encontró cantos de árboles y terreno casi árido y destruido, asqueado por lo ocurrido comenzó a tener arcadas hasta que finalmente vomito sin consuelo y quebró en un llanto profundo.

 Ese bosque era más que un paisaje para él, era su lugar, su razón de ser... Todo lo que vivía allí era su amigo... El era un protector de la vida, un hombre vegetariano, un aliado de los animales... O al menos de algunos animales. Era un ser sensible que velaba por el bienestar de sus amigos los conejos, los ratones y las incontrolables cucarachas. En su mente solo existía el amor por aquellos seres... Un activista a pleno del cuidado de la vida salvaje de Alfa.

 Ahora realmente preocupado, decidió que era momento de llevar la cuestión al consejo, ésto no podía pasar por alto, tenía que saber lo que había sucedido y tomar represalias. Era SU bosque el que habían destruido, y le importaba un comino la razón solo quería la cabeza del insensato que explotó aquella mini-hidrogen. Era hora de que le den una buena explicación. Se recompuso, y tras dar un último vistazo (no sin liberar un pequeño sollozo) vio algo... Algo distinto a los tocones y a la tierra árida... Vio un cuerpo.


Iván Rabinovich
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