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No es la primera vez que caminando por el bosque siente un tirón que la hace detenerse, como si los adornos de sus cuernos se hubiesen enganchado en una rama. Pero los árboles están a los lados del camino por lo que no es posible.

Entonces es cuando contiene el aliento involuntariamente, porque son esas pequeñas cosas las que le recuerdan el pasado, y la nostalgia le nubla la mente. Porque él solía hacer eso; él solía tironear los rombos dorados para detenerla o repentinamente quitarle la máscara dorada, como un juego que Tresna calificaba como indecente, pero para ella era un juego y eso ya era suficiente.

Y a veces en el bosque escucha pasos, y se le aprieta el corazón al recordar la última vez que Tresna vino a buscarla a un bosque diferente. Entonces vuelve el hábito de esconderse entre las sombras, esperando que se trate de su hermano o de Tresna, que han venido a jugar otra vez. Al vivir oculta en la cueva las visitas eran muy escasas, por lo que casi no había ocasiones para jugar. Sin embargo en el palacio pasaba el día entero junto a dos personas, y a pesar de haber estado supliendo el papel de su hermano, la verdad es que se había divertido mucho en su tiempo ahí.

Aun ahora escuchaba pasos en el bosque, pero las veces que eran realmente pasos y no producto de su imaginación, se trataba de un viajero perdido, o del Rey Azoran que venía a visitarla. La primera vez que vino la Princesa Azhelie sola, fue cuando supo que a Azoran tampoco lo vería más. Quizás fue en ese entonces cuando empezó a imaginarse pasos nuevos en el bosque, pasos más ligeros, pero igual de falsos.

Cuando recupera el aliento, tira la cabeza hacia adelante con fuerza, esperando una resistencia. A veces la fuerza es suficiente como para que el cuello le quede doliendo por un rato, pero la resistencia es nula. Cuando se siente capaz de moverse de nuevo, mira de reojo hacia atrás, hacia el camino que se extiende por el bosque, como esperando ver a alguien.

Pero el camino está vacío siempre, y la única diferencia cuando vuelve a la cueva es que su cabeza está un poco más gacha de lo normal, y que la punta de su cola no se levanta del suelo con la misma fuerza.

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No es la primera vez que caminando por el bosque siente un tirón que la hace detenerse, como si los adornos de sus cuernos se hubiesen enganchado en una rama. Pero los árboles están a los lados del camino por lo que no es posible.

Entonces es cuando contiene el aliento involuntariamente, porque son esas pequeñas cosas las que le recuerdan el pasado, y la nostalgia le nubla la mente. Porque él solía hacer eso; él solía tironear los rombos dorados para detenerla o repentinamente quitarle la máscara dorada, como un juego que Tresna calificaba como indecente, pero para ella era un juego y eso ya era suficiente.

Y a veces en el bosque escucha pasos, y se le aprieta el corazón al recordar la última vez que Tresna vino a buscarla a un bosque diferente. Entonces vuelve el hábito de esconderse entre las sombras, esperando que se trate de su hermano o de Tresna, que han venido a jugar otra vez. Al vivir oculta en la cueva las visitas eran muy escasas, por lo que casi no había ocasiones para jugar. Sin embargo en el palacio pasaba el día entero junto a dos personas, y a pesar de haber estado supliendo el papel de su hermano, la verdad es que se había divertido mucho en su tiempo ahí.

Aun ahora escuchaba pasos en el bosque, pero las veces que eran realmente pasos y no producto de su imaginación, se trataba de un viajero perdido, o del Rey Azoran que venía a visitarla. La primera vez que vino la Princesa Azhelie sola, fue cuando supo que a Azoran tampoco lo vería más. Quizás fue en ese entonces cuando empezó a imaginarse pasos nuevos en el bosque, pasos más ligeros, pero igual de falsos.

Cuando recupera el aliento, tira la cabeza hacia adelante con fuerza, esperando una resistencia. A veces la fuerza es suficiente como para que el cuello le quede doliendo por un rato, pero la resistencia es nula. Cuando se siente capaz de moverse de nuevo, mira de reojo hacia atrás, hacia el camino que se extiende por el bosque, como esperando ver a alguien.

Pero el camino está vacío siempre, y la única diferencia cuando vuelve a la cueva es que su cabeza está un poco más gacha de lo normal, y que la punta de su cola no se levanta del suelo con la misma fuerza.