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-Te amo – Me dijo. Y ahí comenzó todo.

No sabía qué hacer, mi espalda se encorvó, mis pupilas se dilataron, mis manos comenzaron a temblar precipitadamente, mi cabeza daba vueltas y todo sonido a mí alrededor por más minúsculo que fuese sonaba diez veces más alto. El ambiente estaba tenso y yo no podía controlarlo. Yo la amaba. Sí, claro que la amaba. La había amado desde el principio, y ahora todo lo que una vez había soñado comenzaba a tornarse real.

Pensé en contestarle rápido, pero parecía que ella quería hablar y no se atrevía. Decidí darle su tiempo. Aún no podía creerlo, todo había sucedido tan precipitadamente. Desde nuestro reencuentro todo había marchado bien, nos habíamos compenetrado a la perfección. Éramos el uno para el otro y ella lo sabía. Sí que lo sabía. Y ahora estaba ahí, frente a mí sin miedo a lo que pudiera pasar después, enfrentándose a sus fantasmas del pasado para comenzar un nuevo futuro conmigo. Tomarme de la mano y andar por la misma vereda junto a mí sin saber que nos depara el destino, solo ella y yo viviendo como siempre habíamos querido.

Ya había pasado algo de tiempo y ella seguía sin poder emitir palabra alguna, pero la entendía, sabía que eso no era tarea sencilla; además, se veía tan hermosa sobre ese segundo escalon bajo la luz de la luna que hacía resaltar sus grandes ojos marrón, con su cabello suelto como de costumbre ondulando por el viento de aquella fría noche de invierno. Oh cuántas ganas de abrazarla tenía. De abrazarla, besarla y dejar que la magia se apoderara de nosotros a partir de ese momento y para siempre. Pero no me atreví, siempre he sido muy cobarde. Aunque eso no importaba ya, ella me amaba y no había nada más por discutir.

Cuando me decidí a hablar ella balbuceó tímidamente, sin darme la oportunidad de comprender si quiera una milésima parte de lo que había dicho; yo estaba ansioso y no podía esperar más, pero sabía que aquel detalle que se le quedaba atorado en la garganta justo antes de que llegara a su lengua y pudiera salir era algo importante. Cada segundo que pasaba me hacía hervir la sangre, cada ráfaga de viento me quemaba la piel, el crujir que hacía la calle al pasar una persona me sonaba como el estallido de una bomba poniéndome la piel de gallina. Ya necesitaba oírlo "Te amo. Comencemos nuestra vida juntos sin que nadie pueda detenernos".

- Si, te amo… - Repitió – Pero no soy capaz de amar debidamente, no debo estar junto a ti. Me conozco, y sé que te voy a lastimar. – Sus palabras salieron de golpe, duras y sin sentimiento alguno. – Creo que… por nuestro bien, debemos alejarnos.

Y en ese momento, sin darme derecho de réplica, dio media vuelta y sin más se marchó sin mirar atrás, dejándome a mí, haciendo a un lado todo lo que había soñado para nosotros, destrozando mi corazón, partiéndome el alma en dos.

- Te amo – Dije cuando me encontraba solo en la oscuridad de ese maldito callejón del beso.

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-Te amo – Me dijo. Y ahí comenzó todo.

No sabía qué hacer, mi espalda se encorvó, mis pupilas se dilataron, mis manos comenzaron a temblar precipitadamente, mi cabeza daba vueltas y todo sonido a mí alrededor por más minúsculo que fuese sonaba diez veces más alto. El ambiente estaba tenso y yo no podía controlarlo. Yo la amaba. Sí, claro que la amaba. La había amado desde el principio, y ahora todo lo que una vez había soñado comenzaba a tornarse real.

Pensé en contestarle rápido, pero parecía que ella quería hablar y no se atrevía. Decidí darle su tiempo. Aún no podía creerlo, todo había sucedido tan precipitadamente. Desde nuestro reencuentro todo había marchado bien, nos habíamos compenetrado a la perfección. Éramos el uno para el otro y ella lo sabía. Sí que lo sabía. Y ahora estaba ahí, frente a mí sin miedo a lo que pudiera pasar después, enfrentándose a sus fantasmas del pasado para comenzar un nuevo futuro conmigo. Tomarme de la mano y andar por la misma vereda junto a mí sin saber que nos depara el destino, solo ella y yo viviendo como siempre habíamos querido.

Ya había pasado algo de tiempo y ella seguía sin poder emitir palabra alguna, pero la entendía, sabía que eso no era tarea sencilla; además, se veía tan hermosa sobre ese segundo escalon bajo la luz de la luna que hacía resaltar sus grandes ojos marrón, con su cabello suelto como de costumbre ondulando por el viento de aquella fría noche de invierno. Oh cuántas ganas de abrazarla tenía. De abrazarla, besarla y dejar que la magia se apoderara de nosotros a partir de ese momento y para siempre. Pero no me atreví, siempre he sido muy cobarde. Aunque eso no importaba ya, ella me amaba y no había nada más por discutir.

Cuando me decidí a hablar ella balbuceó tímidamente, sin darme la oportunidad de comprender si quiera una milésima parte de lo que había dicho; yo estaba ansioso y no podía esperar más, pero sabía que aquel detalle que se le quedaba atorado en la garganta justo antes de que llegara a su lengua y pudiera salir era algo importante. Cada segundo que pasaba me hacía hervir la sangre, cada ráfaga de viento me quemaba la piel, el crujir que hacía la calle al pasar una persona me sonaba como el estallido de una bomba poniéndome la piel de gallina. Ya necesitaba oírlo "Te amo. Comencemos nuestra vida juntos sin que nadie pueda detenernos".

- Si, te amo… - Repitió – Pero no soy capaz de amar debidamente, no debo estar junto a ti. Me conozco, y sé que te voy a lastimar. – Sus palabras salieron de golpe, duras y sin sentimiento alguno. – Creo que… por nuestro bien, debemos alejarnos.

Y en ese momento, sin darme derecho de réplica, dio media vuelta y sin más se marchó sin mirar atrás, dejándome a mí, haciendo a un lado todo lo que había soñado para nosotros, destrozando mi corazón, partiéndome el alma en dos.

- Te amo – Dije cuando me encontraba solo en la oscuridad de ese maldito callejón del beso.