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Stygiart — El espejo de los suenos

Published: 2007-07-23 19:06:08 +0000 UTC; Views: 138; Favourites: 0; Downloads: 8
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Description Este pequeño cuentito es un fragmento que forma parte de una historia un poco más larga que lleva el mismo nombre (El espejo de los sueños), lamentablemente no he tenido tiempo de escribirla aunque la idea sigue vaga en mi pobre mentecilla trastornada. Bueno, aquí los dejo, está muy cortito y saca de onda un poquito, en fin de eso se trata xD, espero que les guste.


.:: ][ El espejo de los sueños ][ ::.


Como si fueras agua... así puedo atravesarte…


Hannah intentaba dormir lo mejor posible en su nueva habitación, no había bastado con perder a sus padres adoptivos durante esa terrible semana, ahora tenía que adaptarse a su nueva vida con sus padres biológicos en un lugar completamente ajeno y a su parecer tenebroso.


Intentando hacerla olvidar su pena lo más pronto posible, su familia decidió llevarla de vacaciones con ellos a la antigua casa de uno de sus abuelos, situada en un pequeño poblado a las afueras de la ciudad. Aquella casa era muy antigua y hacía tanto tiempo que nadie vivía en ese lugar que el ambiente era un poco tenso, húmedo y escalofriante.


Además de todo lo que había pasado en menos de dos meses ese día había llegado tarde a la repartición de habitaciones; sus dos hermanas, habían sido más astutas al escoger primero el cuarto donde dormirían. Ella llegó tarde a la supuesta repartición, así que tuvo que conformarse con el amplio y frío cuarto al final del pasillo.


La habitación de Hannah era la más fría de todas, sus paredes oscuras y húmedas hacían que un escalofrío recorriera por la espina dorsal de la jovencita. Muchas cosas extrañas habían acontecido en su vida, aún le costaba trabajo entender que a quienes creyó por siempre sus padres eran sólo unas personas bondadosas que la habían adoptado de buena fe y amándola como a una hija, y que su hermano menor en realidad no lo era. Tanto los amó y ahora no los tenía a su lado, su corazón estaba hecho pedazos y hasta por unos segundos deseó que ellos no fueran quienes estuvieran muertos, sino su verdadera familia, los Luna Valle.


Se odió a sí misma por eso, pero no sentía tanta culpa como debería. Su verdadera familia había sido muy bondadosa con ella, pero el cariño que les tenía no se comparaba con el gran amor que les tenía a sus padres y a su hermano menor. Y de pronto ya no estaban a su lado, habían escapado de ella como el agua que corre entre las manos.


Hannah recordó entonces que si no hubiera salido aquella noche con su verdadera familia en estos momentos estaría con sus seres más amados: Sofía, Jorge y Dany, no había noche desde aquel entonces en que no susurrara sus nombres entre sueños, "—Si me hubiera quedado a su lado, en este momento estaría con ellos".


Aún no podía aceptar que no los vería nunca más, que no pasaría la Navidad en casa de su abuela, que en su cumpleaños ya nunca más recibiría por parte de su papá una pequeña muñeca de porcelana como cada año, que su madre no la abrazaría ni le cocinaría sus platillos favoritos, que Dany no escondería sus pertenencias ni tiraría de sus cabellos para hacerla enfadar, ni le daría un abrazo… ninguno de ellos volvería a decirle que la quería. Lo único que le quedaba de su antigua forma de vivir era Zato, su perro labrador.


También le era difícil comprender lo parecida que era a su hermana, gemelas al fin y al cabo, su cabello oscuro, su piel blanca, sus labios, su nariz, algunos de sus ademanes, sus gestos, su risa, incluso su voz; la única diferencias entre ellas eran sus ojos y el tipo de cabello, Hannah era de ojos gris azulado y cabello quebrado, mientras que Angie tenía los ojos gris verdoso y el cabello lacio, unas diferencia bastante sutiles de no ser por sus caracteres tan distintos. Angélica era mucho más mimada y presumía de su feminidad, mientras que Hannah era más inquieta y se divertía jugando bajo el sol o la lluvia.


Sí le agradaban los Luna Valle, Angie era a veces tan boba que la divertía mucho; con Alejandra, su hermana menor, compartía el gusto por los deportes y los videojuegos; Silvana, su madre, era cariñosa y hacía el máximo esfuerzo por agradarla preparando espagueti a pesar de no saber cocinar y no tener gran habilidad para ello; con Antonio se divertía viendo películas de guerras épicas y de mitos antiguos.  


De pronto miró hacia la ventana, ahí distinguió la figura de un niño que la observaba. La niña dio un grito ahogado al ver que esa sombra había desaparecido de la nada. Se puso de pie para correr a la ventana y la abrió. No había nadie ahí, entonces, un terrible escalofrío recorrió su espalda. Tuvo una sensación extraña, como si alguien la mirara desde atrás.


Con miedo volteó y miró un ropero, una de las puertas de éste tenía un gran espejo. Hannah caminó lentamente hacia él, despacio, entonces notó horrorizada que no se veía reflejada en ese espejo. Temerosa levantó su mano izquierda con la intención de tocarlo, pero en lugar de eso la mitad de su brazo atravesó la barrera de cristal, como si se tratara del agua de un estanque. Repentinamente comenzó a escucharse una voz que la llamaba: "Hannah... Hannah... ven conmigo... ven a jugar conmigo...".


Al terminar de escuchar esa voz, ella sintió que alguien la jalaba hacia el interior, ella gritó lo más fuerte que pudo, pero ya nadie podría escucharla.
Una vez ahí dentro, miró frente a ella un niño de cabello blanco, con ojos azul claro, orejas puntiagudas y de piel muy blanca; era un niño albino. Traía puesto un traje de mangas anchas color blanco con toques de azul y filos dorados, un cordón dorado en la cintura, una vaina con su espada justo en su espalda, también unas chinelas blancas con dorado y entre sus manos, llevaba una pequeña flauta con la cual comenzó a tocar una dulce melodía.


Hannah comenzó a sentir algo de miedo, ambos estaban flotando y todo a su alrededor estaba cubierto de oscuridad y de una neblina grisácea muy tenebrosa.
Sin embargo, la melodía que el niño estaba tocando, la hacía sentir mucha calma, paz, tranquilidad. Hannah comenzó a balancearse en el aire al ritmo de la música, por primera vez se sintió en casa de nuevo, en un lugar cálido y hermoso, a pesar de lo lúgubre y oscuro que era en apariencia. Entonces todo se tornó de colores, como si un gran arco iris lo invadiera para teñirlo de alegría. La niña sonrió, pudo sonreír después de días de no poder hacerlo.


De pronto, sintió caer, se hundió en lo más profundo de ese lugar para luego caer en algo suave y blanco como el algodón.


—Ah! —gritó —. Fue un sueño.


Hannah despertó, estaba en su cama y ya había amanecido, su corazón saltaba como si fuera a salir de su pecho; el sueño había sido muy real. Bajó los pies de la cama presurosa, apenas se puso sus pantuflas se puso de pie, caminó apresurada mientras tarareaba la melodía que estaba tocando el niño albino en sus sueños.


Se puso frente al espejo, se sonrió a sí misma, estiró ambas manos hacia su reflejo y repentinamente atravesó el espejo.

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