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Bien, les voy a contar qué es lo que pasó aquel día mientras Leodegario moría.

Quién es Leodegario realmente no importa, lo que importa es que ese día murió.

Y mientras Leodegario moría, en la casa que estaba adjunta a su cuarto, Rosario decidía demandar a Francisco por la última golpiza, con sus dos costillas rotas como testigos imprescindibles. Ya muchos años había pasado.

Su madre, la de Leodegario, perdía su último resto de piel a manos –o boca- de un gusano, pocos metros bajo tierra, pero mantenía su siempre presente sonrisa, acentuada hoy día por la clara falta de labios y sus pómulos huesudos.

En un motel, a no muchas ciudades de allí, Cecilia fornicaba por primera vez y lo disfrutaba como nunca se lo había imaginado, y eso que Cecilia tenía una imaginación poderosa. Disfrútalo Ceci… Siete meses después, daría a luz al niño que un día se convertiría en el pelado más cabrón de todo Michoacán.

Mientras la última luz se apagaba para Leodegario, un meteorito del tamaño de una manzana se estrellaba en la luna. Con la composición química exacta, precisa, irrepetible, para crear un nuevo tipo de vida, superior en amplio rango al ser humano, capaz de desarrollarse y convertirse en dioses… de solo haber caído en la Tierra.

En la india, un niño llamado Remigio (si, se llamaba así y qué) leía el último cuento de las mil y una noches, e inexplicablemente, su mente se abría a la comprensión universal de todos los misterios y decidía, concientemente, ahogarse en el lavabo de su casa.

En la capilla de un pueblo, Narciso y Penélope se unían en nupcias, su historia, de verdadero amor, de pasión sin límites, de felicidad mas allá de la comprensión, jamás será contada.

Un botánico, al sur del Perú, hacía un injerto con chiles locales, logrando la especie más agresiva de picante que lo mató en el momento que la probó.

Los engranes de una prensa, nueva y sin fallas, funcionaban perfectamente y sacaban a la luz incierta de la madrugada el diario con la noticia de un implante nanotecnólogico capaz de restaurar completamente las partes de la corteza cerebral dañadas por el exceso de pornografía en los adolescentes.

Justo cuando el aliento abandonaba a Leodegario, en Mozambique nacía una camada de escarabajos persas que de algún modo habían llegado a ese lugar y las llantas de la bicicleta de un niño cachetón reclamaban su escarabaja vida. La muerte es omnipresente algunas veces.

Mientras él expiraba, Carlos caminaba solo por el periférico rumbo a su casa, escuchando a Sabina y pensando que algún día aprendería a tocar la guitarra. El hecho es que jamás aprendió.

En argentina, el chofer de un taxi perdía su cabello número cincuenta mil trescientos cuatro y se quedaba cabello a cabello, irremediablemente calvo. Igual que su padre, y el padre de su padre antes que él.

Cerca de la capital de Kasajistán, germinaba un frijol mexicano que había caído de la bolsa de un viajero de los Mochis en una travesía por el mar Caspio. Germinó, se desarrolló y se secó sin que ninguna novedad o cosa digna de contarse sucediera con él.

El último latido de Leodegario, le reveló a Martha que sí, efectivamente era lesbiana y no, definitivamente nunca iba a poder tener sexo con Angelina Jolie.

Ese día se le ocurrió la historia más trascendente e impactante del mundo a un joven escritor de historietas porno. Su madre, por la tarde, le consiguió un empleo en el supermercado. Nunca la escribió.

Leodegario, tendido sobre un catre sin alma, con la puerta abierta y la casa vacía, expiró.

Y mientras Leodegario moría, pasaron estas y otras cosas más, y quien no quiera creerlo, puede perfectamente no hacerlo, eso, por mi, esta bien.

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Bien, les voy a contar qué es lo que pasó aquel día mientras Leodegario moría.

Quién es Leodegario realmente no importa, lo que importa es que ese día murió.

Y mientras Leodegario moría, en la casa que estaba adjunta a su cuarto, Rosario decidía demandar a Francisco por la última golpiza, con sus dos costillas rotas como testigos imprescindibles. Ya muchos años había pasado.

Su madre, la de Leodegario, perdía su último resto de piel a manos –o boca- de un gusano, pocos metros bajo tierra, pero mantenía su siempre presente sonrisa, acentuada hoy día por la clara falta de labios y sus pómulos huesudos.

En un motel, a no muchas ciudades de allí, Cecilia fornicaba por primera vez y lo disfrutaba como nunca se lo había imaginado, y eso que Cecilia tenía una imaginación poderosa. Disfrútalo Ceci… Siete meses después, daría a luz al niño que un día se convertiría en el pelado más cabrón de todo Michoacán.

Mientras la última luz se apagaba para Leodegario, un meteorito del tamaño de una manzana se estrellaba en la luna. Con la composición química exacta, precisa, irrepetible, para crear un nuevo tipo de vida, superior en amplio rango al ser humano, capaz de desarrollarse y convertirse en dioses… de solo haber caído en la Tierra.

En la india, un niño llamado Remigio (si, se llamaba así y qué) leía el último cuento de las mil y una noches, e inexplicablemente, su mente se abría a la comprensión universal de todos los misterios y decidía, concientemente, ahogarse en el lavabo de su casa.

En la capilla de un pueblo, Narciso y Penélope se unían en nupcias, su historia, de verdadero amor, de pasión sin límites, de felicidad mas allá de la comprensión, jamás será contada.

Un botánico, al sur del Perú, hacía un injerto con chiles locales, logrando la especie más agresiva de picante que lo mató en el momento que la probó.

Los engranes de una prensa, nueva y sin fallas, funcionaban perfectamente y sacaban a la luz incierta de la madrugada el diario con la noticia de un implante nanotecnólogico capaz de restaurar completamente las partes de la corteza cerebral dañadas por el exceso de pornografía en los adolescentes.

Justo cuando el aliento abandonaba a Leodegario, en Mozambique nacía una camada de escarabajos persas que de algún modo habían llegado a ese lugar y las llantas de la bicicleta de un niño cachetón reclamaban su escarabaja vida. La muerte es omnipresente algunas veces.

Mientras él expiraba, Carlos caminaba solo por el periférico rumbo a su casa, escuchando a Sabina y pensando que algún día aprendería a tocar la guitarra. El hecho es que jamás aprendió.

En argentina, el chofer de un taxi perdía su cabello número cincuenta mil trescientos cuatro y se quedaba cabello a cabello, irremediablemente calvo. Igual que su padre, y el padre de su padre antes que él.

Cerca de la capital de Kasajistán, germinaba un frijol mexicano que había caído de la bolsa de un viajero de los Mochis en una travesía por el mar Caspio. Germinó, se desarrolló y se secó sin que ninguna novedad o cosa digna de contarse sucediera con él.

El último latido de Leodegario, le reveló a Martha que sí, efectivamente era lesbiana y no, definitivamente nunca iba a poder tener sexo con Angelina Jolie.

Ese día se le ocurrió la historia más trascendente e impactante del mundo a un joven escritor de historietas porno. Su madre, por la tarde, le consiguió un empleo en el supermercado. Nunca la escribió.

Leodegario, tendido sobre un catre sin alma, con la puerta abierta y la casa vacía, expiró.

Y mientras Leodegario moría, pasaron estas y otras cosas más, y quien no quiera creerlo, puede perfectamente no hacerlo, eso, por mi, esta bien.