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NO PUEDO

¿Por qué te acercas?
¿Por qué me miras de esa manera?
¿Por qué te giras, indiferente?
¿Por qué sonríes constantemente?
¿Por qué me hablas sin previo aviso?
¿Por qué me aludes sin compromiso?
¿Por qué no piensas un poco en mí?
¿Por qué no te vas… de aquí?

La sombra del atardecer se entrecruza con la pared inexistente de mi alma y de mis puños, que pierden su fuerza tras el pulso no ganado, se abren dando paso a las manos, que juegan dubitativas, a rozar con timidez un vestigio de tu piel.
Maldita tu voz, aquella que arrulla mis sueños.
Malditos ojos los tuyos, que derrotan a los míos en la lucha de miradas.
Maldita tu respiración, que da intensidad a mi vida.
Maldito tu olor, que perturba mis recuerdos.
Maldita la vida que llevo, persiguiendo un único anhelo…
Son tan frágiles las palabras, son tan duras de aceptar. Como quema aquella frase que quisiera pronunciar. Como intenta aquel tabú que me esfuerzo por guardar de doblegar a mi persona sin tratarla de verdad.
Las lágrimas rebosan angustia y dolor, de rodillas contra el suelo se derrama
mi aflicción. Las cuchillas de tu anhelo ya desgarran mi pasión.
Maldita tu alma, que no se detiene. Maldita la mía, que con la tuya se pierde.

Rabia la fragilidad en mi profundo interior, por ver moribunda a mi mente, sucumbiendo al corazón. No me engañes, compañera, pues bien sabemos las dos que las ideas imposibles son desconsuelo en mi voz. Que la cordura se pierde con la sutil seducción que su presencia nos empuja a olvidar mi posición.

No quiero volverte a ver, ni imaginar tu querer. Pues tu sonrisa paciente, vuelve tenue a la muchacha que escondió su punto débil en el fondo de un cajón, encubriendo con cuidado su sensible posición.
Calla, calla, corazón, que la mente se me va, que no me dejas pensar, no lo quiero revelar. Silencio, por favor, no me presiones más, que en la lucha estás venciendo y a la razón derrotarás.

Ahora palpita, ahora se calla.
Ahora acompasa mi paz y tu calma.
Ahora te acercas, ahora me rozas.
Brotando las lágrimas, aceptan su derrota.

Te olvido.
Te quiero.
Te odio.
No puedo

Dido R. Raez
14/02/2011

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NO PUEDO

¿Por qué te acercas?
¿Por qué me miras de esa manera?
¿Por qué te giras, indiferente?
¿Por qué sonríes constantemente?
¿Por qué me hablas sin previo aviso?
¿Por qué me aludes sin compromiso?
¿Por qué no piensas un poco en mí?
¿Por qué no te vas… de aquí?

La sombra del atardecer se entrecruza con la pared inexistente de mi alma y de mis puños, que pierden su fuerza tras el pulso no ganado, se abren dando paso a las manos, que juegan dubitativas, a rozar con timidez un vestigio de tu piel.
Maldita tu voz, aquella que arrulla mis sueños.
Malditos ojos los tuyos, que derrotan a los míos en la lucha de miradas.
Maldita tu respiración, que da intensidad a mi vida.
Maldito tu olor, que perturba mis recuerdos.
Maldita la vida que llevo, persiguiendo un único anhelo…
Son tan frágiles las palabras, son tan duras de aceptar. Como quema aquella frase que quisiera pronunciar. Como intenta aquel tabú que me esfuerzo por guardar de doblegar a mi persona sin tratarla de verdad.
Las lágrimas rebosan angustia y dolor, de rodillas contra el suelo se derrama
mi aflicción. Las cuchillas de tu anhelo ya desgarran mi pasión.
Maldita tu alma, que no se detiene. Maldita la mía, que con la tuya se pierde.

Rabia la fragilidad en mi profundo interior, por ver moribunda a mi mente, sucumbiendo al corazón. No me engañes, compañera, pues bien sabemos las dos que las ideas imposibles son desconsuelo en mi voz. Que la cordura se pierde con la sutil seducción que su presencia nos empuja a olvidar mi posición.

No quiero volverte a ver, ni imaginar tu querer. Pues tu sonrisa paciente, vuelve tenue a la muchacha que escondió su punto débil en el fondo de un cajón, encubriendo con cuidado su sensible posición.
Calla, calla, corazón, que la mente se me va, que no me dejas pensar, no lo quiero revelar. Silencio, por favor, no me presiones más, que en la lucha estás venciendo y a la razón derrotarás.

Ahora palpita, ahora se calla.
Ahora acompasa mi paz y tu calma.
Ahora te acercas, ahora me rozas.
Brotando las lágrimas, aceptan su derrota.

Te olvido.
Te quiero.
Te odio.
No puedo

Dido R. Raez
14/02/2011