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Un golpe, y la sala retumbo por completo, miro hacia su lado y pudo ver como Mizuho rezaba por las almas, poco antes de que un fino guante de seda se apoyara sobre su hombro:
- ¿Rezas por nuestras vidas compañera?- Pero una sonrisa se dibujo en aquel rostro de facciones marcadas.
- No… no es por nuestras vidas por las que rezo, sino por las de aquellos que nos atacan, puede que yo perdone un ataque a Reprión, pero se de alguien que no lo hará…
Las vistas de ambos jóvenes se dirigieron hacia la pesada puerta, a la primera línea de batalla donde una pesada armadura aplicaba toda su fuerza contra el portón del patio exterior. Karadras el legendario maestro de armas aguantaba uno tras otro los envites del ariete que hacia saltar astillas a cada golpe, mientras no paraba de gritar ordenes.
- ¡ALITA! Tira de esa cadena, a mi señal quiero que la puerta interior se cierre hay que proteger la sala del trono a toda costa.
La joven cruzada asió la pesada cadena con sus manos y comenzó a tirar de ella, con un marcado rostro de angustia, desvió su mirada hacia el decidido rostro de su hermano que comenzaba a marchar escaleras arriba junto con los arqueros.
- No debes temer hermana mía, Karadras podrá aguantar junto con su grupo, y yo mismo le estaré apoyando desde la torre. Nada hay que temer, Reprión caerá, pero no hoy…- Su capa ondeo al darse la vuelta y desaparecer por una escalera de caracol.
Pero no era eso lo que Alita deseaba escuchar… ¿Por qué su maestro la había dejado allí dentro? ¡Rodeada de curanderos, inexpertos y cobardes!, no dudaba de la valía de sus compañeros, Anna y Mizuho estaban allí y se suponía que Mizuho era el eje de todo. Sin duda Karadras deseaba que la protegiera, la sala del trono no debía caer por nada del mundo, pero aquel sentimiento… Se sentía impotente sin poder estar luchando en el patio junto a sus compañeros, quizás después de todo Karadras no confiaba en sus habilidades o en su valentía… ¿Su maestro dudaba de su valía? ¿O por el contrario le encargaba la labor más importante de todas. Alita apoyo su mano sobre el portón, podía sentir el vibrar de la madera y el sonido del entrechocar del acero al otro lado. Quizás la necesitaban ahí fuera y lo correcto era abrir la puerta para luchar… eso podría marcar el curso de la batalla, o condenarlos a todos por completo. Alita poso su mano sobre la cadena, y pudo sentir una calidez sobre ella que traspasaba incluso el frío acero de la armadura, la vista de Alita se clavo en aquella fina mano de uñas cuidadosamente esmaltadas que ahora se había posado sobre la suya, recorrió con su mirada aquel brazo envuelto en terciopelo negro y ribetes dorados para concluir en aquella calida sonrisa.
- Anna…- Dijo la cruzada con un hilo de voz.
- No debes sentirte desdichada… no es menor el honor de estar aquí dentro. Karadras es un hombre sabio y valiente, y el sabe que es tan importante el hacer frente al enemigo, como el garantizar que cuando vuelvas de esa batalla aquello por lo que luchaste pueda volver a ser protegido una vez más.
Los ojos de Alita apartaron, la mirada hacia el suelo, entendía las palabras de su amiga, pero eso no quitaba de su cabeza el hecho de que quisiera demostrar su valentía con una espada en la mano y no rodeada de niños, campesinos y aldeanos que temblaban y escondían su cabeza entre las piernas con cada golpe que la puerta recibía, todos los guerreros estaban fuera, todos menos ella ¿Cómo iba a demostrar nada así?, Anna retiro su mano y la paso por el pelo de la chica dedicándole otra sonrisa despreocupada antes de volver hacía su puesto, pero cuando hubo avanzado unos metros, volvió su cabeza para decir a Alita unas últimas palabras.
- Vamos, anímate un poco y confía en Karadras, además yo estoy más tranquila teniéndoos a las dos aquí dentro.
¿Teniéndonos? ¿Acaso no era la única que estaba allí dentro sin luchar?, los ojos de Alita escudriñaron cuidadosamente la sala, ninguno de sus compañeros estaba allí, además Karadras no había dado la orden de retirada más que a ella. De repente sus ojos se pararon en una silueta que aguardaba sentada en la esquina más alejada a la puerta, muy cerca del trono real, unos largos cabellos rubios eran la única nota de color sobre el negro de su ropa, había visto antes a esa chica de hecho debía tener aproximadamente la misma edad que ella, pero nunca asistía a los entrenamientos ni clases magistrales de su maestro, siempre acompañaba a la princesa pero no vestía armadura ni portaba escudo o yelmo alguno, para colmo el único recuerdo que tenía de ella era la completa falta de respeto que había tenido ante su maestro pese a que este era muchísimo más mayor, sabio y experimentado que ella, y para colmo Karadras ni siquiera había tratado de defender su honor ante tal afrenta…
- Princesa!! Princesa!!!- La voz de Chester resonó en toda la sala, ante la cara de terror de los asistentes. – La primera defensa ha caído, el general Karadras os ruega que por favor os pongáis a salvo cuanto antes.
- No abandonare a mi pueblo Chester, ¡Karadras debe saberlo mejor que nadie!, también dijo que diríais eso mi Señora… Se encuentra peleando junto a algunos efectivos en la antesala.- Claro por eso el estruendo era tan grande, dedució Alita de inmediato.
- ¡Haremos lo que nos venga en gana Chester!, ¡Así que vuelve a tu maldito puesto y dile a Karadras que aprenda a montar una maldita defensa, como entren aquí matare a todos los enemigos y luego saldré a escupir sobre su cadáver!- Alita miraba sorprendida aquella situación, la chica se había puesto en pie, y caminaba hacia la puerta de la sala, mientras Anna y Mizuho agrupaban a los aldeanos tras el trono.

La mirada de desprecio que aquella chica que había dejado caer su capa bajo la que ocultaba un atuendo mucho mas adecuado para la batalla, choco con la valentía de la chica como un Ariete lo hace contra el portón de un robusto castillo, Alita no dudo, alzó su escudo y desenvainando su espada encaro la puerta a pocos metros, en pocos segundos la chica rubia blandía las más afiladas y plateadas cuchillas que Alita hubiera visto jamás.
- Vete a al fondo de la sala, yo me encargare de esto…- Dijo sin ni siquiera dirigirle la mirada.
- ¿Quien te crees que eres? Alguien a quien jamás he visto en una batalla no debería decirme eso a mí, mientras nosotros damos nuestra vida por este reino, tú te dedicas a faltarnos el respeto, ¿Acaso no tienes honor ninguno? eres una completa estúpida si crees que voy a dejar que todos mueran por tu culpa, lárgate de aquí y vete a un rincón como la rata cobarde que eres, yo me encargaré de esto- Grito Alita con una voz sólida.
- Eres tan estúpida y tan fea que me das pena… sin duda entiendo que tengas ganas de morir.- Las dos chicas giraron su cabeza a la vez y se dedicaron una sonrisa alegre que difería totalmente de sus decididos ojos, ambas podían leer que no había miedo en los ojos de la otra, esa mirada era todo cuanto Alita había necesitado para ver que las formas y la educación poco tenían que ver con el honor y la valentía, mientras las palabras de la asesina resonaban en sus oídos.
- Tú corazón ruge como un león, parece que será una batalla divertida… No temas por tu espalda, aunque tus ojos no me vean te la estaré guardando.
Todos músculos de sus cuerpos se tensaron hasta el límite con un fuerte golpe que hizo retumbar el portón, Alita asió aun más fuertemente su escudo, Ghislaine adelantó su pierna derecha y flexionó aun más su rodilla cuando media hoja de una espada larga asomó atravesando la robusta madera. Alita levantó su espada, Ghislaine hizo deslizar sus cuchillas una sobre otra produciendo un metálico silbido.
- POR REPRION!!- Gritaron ambas al unísono cuando la puerta se abría ante sus ojos, pero no hubo ninguna carga pues ningún enemigo se encontraba ante ellas, tras el joven cruzado que había abierto la puerta Karadras extraía su espada del cuerpo de un caído, mientras las dos chicas bajaban sus armas con una expresión de alivio en sus rostros.

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Un golpe, y la sala retumbo por completo, miro hacia su lado y pudo ver como Mizuho rezaba por las almas, poco antes de que un fino guante de seda se apoyara sobre su hombro:
- ¿Rezas por nuestras vidas compañera?- Pero una sonrisa se dibujo en aquel rostro de facciones marcadas.
- No… no es por nuestras vidas por las que rezo, sino por las de aquellos que nos atacan, puede que yo perdone un ataque a Reprión, pero se de alguien que no lo hará…
Las vistas de ambos jóvenes se dirigieron hacia la pesada puerta, a la primera línea de batalla donde una pesada armadura aplicaba toda su fuerza contra el portón del patio exterior. Karadras el legendario maestro de armas aguantaba uno tras otro los envites del ariete que hacia saltar astillas a cada golpe, mientras no paraba de gritar ordenes.
- ¡ALITA! Tira de esa cadena, a mi señal quiero que la puerta interior se cierre hay que proteger la sala del trono a toda costa.
La joven cruzada asió la pesada cadena con sus manos y comenzó a tirar de ella, con un marcado rostro de angustia, desvió su mirada hacia el decidido rostro de su hermano que comenzaba a marchar escaleras arriba junto con los arqueros.
- No debes temer hermana mía, Karadras podrá aguantar junto con su grupo, y yo mismo le estaré apoyando desde la torre. Nada hay que temer, Reprión caerá, pero no hoy…- Su capa ondeo al darse la vuelta y desaparecer por una escalera de caracol.
Pero no era eso lo que Alita deseaba escuchar… ¿Por qué su maestro la había dejado allí dentro? ¡Rodeada de curanderos, inexpertos y cobardes!, no dudaba de la valía de sus compañeros, Anna y Mizuho estaban allí y se suponía que Mizuho era el eje de todo. Sin duda Karadras deseaba que la protegiera, la sala del trono no debía caer por nada del mundo, pero aquel sentimiento… Se sentía impotente sin poder estar luchando en el patio junto a sus compañeros, quizás después de todo Karadras no confiaba en sus habilidades o en su valentía… ¿Su maestro dudaba de su valía? ¿O por el contrario le encargaba la labor más importante de todas. Alita apoyo su mano sobre el portón, podía sentir el vibrar de la madera y el sonido del entrechocar del acero al otro lado. Quizás la necesitaban ahí fuera y lo correcto era abrir la puerta para luchar… eso podría marcar el curso de la batalla, o condenarlos a todos por completo. Alita poso su mano sobre la cadena, y pudo sentir una calidez sobre ella que traspasaba incluso el frío acero de la armadura, la vista de Alita se clavo en aquella fina mano de uñas cuidadosamente esmaltadas que ahora se había posado sobre la suya, recorrió con su mirada aquel brazo envuelto en terciopelo negro y ribetes dorados para concluir en aquella calida sonrisa.
- Anna…- Dijo la cruzada con un hilo de voz.
- No debes sentirte desdichada… no es menor el honor de estar aquí dentro. Karadras es un hombre sabio y valiente, y el sabe que es tan importante el hacer frente al enemigo, como el garantizar que cuando vuelvas de esa batalla aquello por lo que luchaste pueda volver a ser protegido una vez más.
Los ojos de Alita apartaron, la mirada hacia el suelo, entendía las palabras de su amiga, pero eso no quitaba de su cabeza el hecho de que quisiera demostrar su valentía con una espada en la mano y no rodeada de niños, campesinos y aldeanos que temblaban y escondían su cabeza entre las piernas con cada golpe que la puerta recibía, todos los guerreros estaban fuera, todos menos ella ¿Cómo iba a demostrar nada así?, Anna retiro su mano y la paso por el pelo de la chica dedicándole otra sonrisa despreocupada antes de volver hacía su puesto, pero cuando hubo avanzado unos metros, volvió su cabeza para decir a Alita unas últimas palabras.
- Vamos, anímate un poco y confía en Karadras, además yo estoy más tranquila teniéndoos a las dos aquí dentro.
¿Teniéndonos? ¿Acaso no era la única que estaba allí dentro sin luchar?, los ojos de Alita escudriñaron cuidadosamente la sala, ninguno de sus compañeros estaba allí, además Karadras no había dado la orden de retirada más que a ella. De repente sus ojos se pararon en una silueta que aguardaba sentada en la esquina más alejada a la puerta, muy cerca del trono real, unos largos cabellos rubios eran la única nota de color sobre el negro de su ropa, había visto antes a esa chica de hecho debía tener aproximadamente la misma edad que ella, pero nunca asistía a los entrenamientos ni clases magistrales de su maestro, siempre acompañaba a la princesa pero no vestía armadura ni portaba escudo o yelmo alguno, para colmo el único recuerdo que tenía de ella era la completa falta de respeto que había tenido ante su maestro pese a que este era muchísimo más mayor, sabio y experimentado que ella, y para colmo Karadras ni siquiera había tratado de defender su honor ante tal afrenta…
- Princesa!! Princesa!!!- La voz de Chester resonó en toda la sala, ante la cara de terror de los asistentes. – La primera defensa ha caído, el general Karadras os ruega que por favor os pongáis a salvo cuanto antes.
- No abandonare a mi pueblo Chester, ¡Karadras debe saberlo mejor que nadie!, también dijo que diríais eso mi Señora… Se encuentra peleando junto a algunos efectivos en la antesala.- Claro por eso el estruendo era tan grande, dedució Alita de inmediato.
- ¡Haremos lo que nos venga en gana Chester!, ¡Así que vuelve a tu maldito puesto y dile a Karadras que aprenda a montar una maldita defensa, como entren aquí matare a todos los enemigos y luego saldré a escupir sobre su cadáver!- Alita miraba sorprendida aquella situación, la chica se había puesto en pie, y caminaba hacia la puerta de la sala, mientras Anna y Mizuho agrupaban a los aldeanos tras el trono.

La mirada de desprecio que aquella chica que había dejado caer su capa bajo la que ocultaba un atuendo mucho mas adecuado para la batalla, choco con la valentía de la chica como un Ariete lo hace contra el portón de un robusto castillo, Alita no dudo, alzó su escudo y desenvainando su espada encaro la puerta a pocos metros, en pocos segundos la chica rubia blandía las más afiladas y plateadas cuchillas que Alita hubiera visto jamás.
- Vete a al fondo de la sala, yo me encargare de esto…- Dijo sin ni siquiera dirigirle la mirada.
- ¿Quien te crees que eres? Alguien a quien jamás he visto en una batalla no debería decirme eso a mí, mientras nosotros damos nuestra vida por este reino, tú te dedicas a faltarnos el respeto, ¿Acaso no tienes honor ninguno? eres una completa estúpida si crees que voy a dejar que todos mueran por tu culpa, lárgate de aquí y vete a un rincón como la rata cobarde que eres, yo me encargaré de esto- Grito Alita con una voz sólida.
- Eres tan estúpida y tan fea que me das pena… sin duda entiendo que tengas ganas de morir.- Las dos chicas giraron su cabeza a la vez y se dedicaron una sonrisa alegre que difería totalmente de sus decididos ojos, ambas podían leer que no había miedo en los ojos de la otra, esa mirada era todo cuanto Alita había necesitado para ver que las formas y la educación poco tenían que ver con el honor y la valentía, mientras las palabras de la asesina resonaban en sus oídos.
- Tú corazón ruge como un león, parece que será una batalla divertida… No temas por tu espalda, aunque tus ojos no me vean te la estaré guardando.
Todos músculos de sus cuerpos se tensaron hasta el límite con un fuerte golpe que hizo retumbar el portón, Alita asió aun más fuertemente su escudo, Ghislaine adelantó su pierna derecha y flexionó aun más su rodilla cuando media hoja de una espada larga asomó atravesando la robusta madera. Alita levantó su espada, Ghislaine hizo deslizar sus cuchillas una sobre otra produciendo un metálico silbido.
- POR REPRION!!- Gritaron ambas al unísono cuando la puerta se abría ante sus ojos, pero no hubo ninguna carga pues ningún enemigo se encontraba ante ellas, tras el joven cruzado que había abierto la puerta Karadras extraía su espada del cuerpo de un caído, mientras las dos chicas bajaban sus armas con una expresión de alivio en sus rostros.